Euforia electoral
Estamos a un mes de las elecciones nacionales, el resultado electoral puede sellar el cierre temporal del ciclo plurinacional-popular como horizonte estatal y abrir las puertas al establishment que se formó ideológica y políticamente en el siglo pasado, además fueron y son parte de las élites políticas capitalistas y coloniales, pero nunca dejaron de considerarse y ser tratados como sub-periferia dentro la periferia regional por los propietarios del continente.
Varios elementos marcan este punto de quiebre e inflexión: el aislamiento forzado político, jurídico y electoral de Evo y del evismo; la fractura, división, enfrentamiento del núcleo campesino popular; la disolución y evaporación del MAS como el instrumento electoral nacional; la negativa gestión de gobierno de la generación que se autodenominó “renovadores del proceso de cambio” y haber instalado en el sentido común de la sociedad plural la sensación de frustración, angustia y condena ética, política a la “revolución democrática cultural”.
Es un tiempo de quiebre, la dimensión ahora es solo electoral, pero la intensidad de la inflexión estará condicionado al rol de los nuevos actores en el Estado, en la rearticulación o desarticulación del sujeto sindical comunal campesino, en la forma como se aplicará el shock económico y en el tipo de reacción de las sociedades urbanas, suburbanas y rurales al rumbo político del ajuste anticrisis.
Pero contrariamente a lo que podría representar este quiebre histórico, el estado de ánimo colectivo esta reducido a tres temas: inflación, dólar paralelo y largas filas por combustible, los aspirantes a la silla presidencial de la Casa Grande están encuadrados en mostrar imagen de eficiencia tecnócrata económica y política para ser considerados los depositarios de la solución.
Ese es el ambiente electoral, las expectativas se han reducido a las encuestas, creen que los porcentajes reflejan clima electoral y les será más favorable si tienen buena imagen y presentación en los multifacéticos debates presidenciables.
La elección se está reduciendo a la frase y al eslogan, entre oferta, advertencia y amenaza, el portavoz del menú es el candidato o el binomio que ofrece y promete días y lobby internacional para llenar de dólares con la imagen Washington al sistema financiero, son los candidatos que quieren ser el prototipo gubernamental anticrisis.
El ambiente ahora es de la encuesta y después del 17 de agosto será el porcentaje del resultado, para ir especulando sobre el balotaje y el tipo de alianzas gubernamentales, reinventarán la frase “democracia de pactos” y rebautizarán la nueva era con un nombre que sintetice el gobierno.
El presidencialismo boliviano tiene en el liderazgo presidencial la fuente primaria de la estabilidad del poder. El liderazgo no otorga sentarse en la silla presidencial de la Casa Grande, solo otorga temporalmente imagen y autoridad. Por la característica del clima electoral no se está disputando liderazgo gubernamental, sino quien tiene la receta, la disponibilidad para aplicarla y curar la angustia colectiva. El resultado del tratamiento aplicado le dará imagen al liderazgo gubernamental.
Este cierre temporal del ciclo plurinacional popular no tiene euforia electoral, tiene en la angustia y el temor social por la crisis la fuente para impulsar al estilo de Milton Friedman y Jeffrey Sachs en su versión actualizada: la revancha del neoliberalismo.
Esta coyuntura electoral con la maximización de la crisis es el tiempo ideal que esperaron desde la vereda derecha, es el tiempo donde aparentemente la receta tecnócrata es la solución al mal político plurinacional.
La euforia electoral por lo que sentimos no es la efervescencia democrática, es la espera por un nuevo gobierno.
(*) César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda





