Comisión de la Verdad hay una sola
El gobierno reaccionario de Paz Pereira anuncia desde hace un tiempo la creación de una comisión de la verdad para dizque investigar delitos económicos que habrían sido cometidos durante el proceso de cambio. No cabe duda que se trata de un intento serio para no dejar en ridículo al propio presidente, quien muy suelto de cuerpo y sin prueba alguna, ha afirmado que hubo un robo, nada más ni nada menos que de…. ¡quince mil millones de dólares! Suma astronómica que, a mi modesto entender, debería armarse en su figura de robo por una muy nutrida y equipada comisión.
El conservadurismo en el mundo, en general; y la derecha reaccionaria de Bolivia en particular, aprendieron rápidamente técnicas para confundir al pueblo. Una de ellas es el uso de términos y significantes que motivan la conciencia y el esclarecimiento de la memoria popular. En el continente latinoamericano, ante los inocultables crímenes cometidos por los Banzer, Pinochet, Somoza, Videla y otras sabandijas desalmadas que siguieron a pie juntillas las instrucciones del imperialismo yanqui de hacer desaparecer el comunismo en la región, los gobiernos emergidos de procesos democráticos constituyeron verdaderas comisiones de la verdad para, precisamente, develar aquello que las dictaduras procuraban de manera coordinada por la CIA norteamericana, ocultar para que sus crímenes quedaran enterrados para siempre en la oscuridad del silencio. Pero, para su desgracia, sobrevivieron millones de familiares que dieron cuenta de las desapariciones forzadas; unos cuantos pero suficientes lograron salvarse de la muerte y las torturas; no faltaron los atormentados por sus conciencias que confesaron su participación en el horror y, de a poco, la verdad fue emergiendo.
En Bolivia, la Comisión de la Verdad debió culminar sus trabajos acosada por el gobierno golpista de la autoproclamada Jeaninne Añez; quien no se dignó a cumplir con el mandato de la ley que la identificaba como la autoridad formal que, en nombre del Estado Plurinacional, debía no sólo recibirlo, sino darle la difusión necesaria para que las horrorosas violaciones a los derechos humanos individuales y colectivos fuesen insumo verdadero para el nunca más. Vana ilusión, por supuesto, si ella misma era responsable de las masacres de Senkata y Sacaba, por nombrar sólo un par de hechos delincuenciales de los que hoy, una Justicia asquerosa, la libera de culpa. Los resultados de esa investigación circulan casi clandestinos en algunas redes sociales y; por supuesto, forman parte de las pesadillas que el actual régimen quisiera espantar. Y una forma de hacerlo es por la vía de la banalización de los nombres; así, mañana tendremos la comisión de la verdad para investigar malos arbitrajes en el fútbol, comisión de la verdad para indagar sobre el sexo de los ángeles y otras por el estilo.
De esa forma, este gobierno se burla de cientos de miles de esforzados y esforzadas militantes y activistas de derechos humanos, colocando ese simbólico nombre a una entidad por crearse, cuya finalidad no es otra que la venganza y la de tender una cortina de humo. Así, nadie se dará cuenta, creen, que no tiene más estrategia para remontar la crisis que entregar las riquezas del país a las transnac|ionales y alinearse de manera impúdica en las filas de los miserables que apoyan al gobierno de Estados Unidos en su desesperado intento por mantener una hegemonía en contra de los pueblos y de la multipolaridad.
Hoy, una oscura noche se cierne sobre la Patria. Para Añez, responsable de masacres, la libertad y las mieles de la impunidad, para Luis Arce, que pudo haber cometido errores de gestión, cárcel inmediata. Para aquella, juicio de responsabilidades, alegan sus cómplices; para éste, que no huye ni se oculta, el escarnio. Pero desde que el mundo es mundo, después de las tinieblas, siempre amanece.





