La resistencia ha comenzado con rostro joven

La noche de este viernes 07 de noviembre se ha calzado el uniforme de calle de la rebelión de los jóvenes. La Plaza del Chiriguano en Santa Cruz de la Sierra contrasta con los elegantes salones donde, horas antes, empresarios de toda laya se reunieron para exigir al nuevo gobierno que se apure en dictar medidas económicas y sociales que “den garantías a la inversión privada nacional y extranjera” pidiendo impacientes el retorno al neoliberalismo. Aquí se ha concentrado un puñado de jóvenes indignados con el festín de los de arriba, que invitan a su mesa a indeseables como Javier Miley, Boric, Santiago Peña y una numerosa cohorte de subalternos que manda la administración Trump a la posesión de Paz Pereira. Es la forma yanqui de agradecer las genuflexiones que ha ensayado en Washington Rodrigo Paz, antes de ser posesionado siquiera como presidente. Frente a la vergüenza ajena, se yergue la ira de hombres y mujeres con dignidad, ante el solo anuncio de restablecer relaciones con el estado sionista de Israel.

Allí han ondeado, orgullosas, las banderas de Palestina, recordándonos el genocidio que, aún en estos momentos, comete el gobierno de Israel contra indefensa población de niños, mujeres y hombres desarmados en Ghaza, no sólo con la complicidad, sino con el armamento que le entrega a diario el imperialismo norteamericano para expulsar a un pueblo valiente de sus tierras ancestrales para entregarlas a empresarios sionistas. Desde el corazón cruceño, surgen las voces airadas de jóvenes que expresan su alarma ante las promesas de los “nuevos” mandatarios de entregar tierras en Rurrenabaque a los sionistas.

Pero la protesta se extiende a otras áreas y se escuchan mueras al FMI; no falta una voz esclarecedora que también alerta de las próximas medidas económicas que ya han sido redactadas en los escritorios de burócratas estadounidenses que vuelven con la receta consabida: devaluación de la moneda, supresión de todo tipo de subvenciones a los combustibles (léase, incremento de los pasajes y del transporte); achicamiento del Estado (es decir, miles de trabajadores y trabajadoras a la calle); encarecimiento de los productos de primera necesidad (que la carne sea el lujo destinado a la exportación); recorte en los servicios de salud y educación (que los pobres se las arreglen porque los ricos tienen clínicas privadas y colegios particulares para los suyos) y un largo etcétera que se traduce en los rostros indignados que anticipan lo que se viene.

Ha sido, sin duda alguna, una lección de coraje y de esperanza la que han dado jóvenes que se estructuran por sí solos en dirección política de todo un pueblo que, narcotizado por una prensa manipuladora y manipulada, empieza a despertar de la borrachera electoral. El día a día que se viene con el libreto imperial aprendido de memoria por los neoliberales de siempre, deberá desde ahora contar con una trinchera de lucha que se irá agrandando con el paso de los días. Pues nadie está dispuesto a que le quiten la renta Dignidad al abuelo, o que la educación libre y gratuita que garantiza el Estado Plurinacional de Bolivia como uno de sus logros más impactantes que se traducen en cientos de nuevas escuelas modernas y funcionales le sea arrebatado a la niñez y la juventud. Esa infraestructura construida con la recuperación de los hidrocarburos de esos mismos empresarios que hoy se frotan las manos, es parte del botín a repartirse. Eso y las riquezas naturales como El Mutún y el litio, se avizoran como negocios privados de quienes nos cuentan el cuento del capitalismo para todos, como cuando nos contaron el cuento del capitalismo andino y amazónico. Es la convicción que renace en jóvenes corazones y mentes alertas de que capitalismo, con cualquier adjetivo que se le adjunte, es simplemente capitalismo: enriquecimiento de unos pocos a costa de la explotación y la opresión de los más.

Pero, anocheciendo, ha salido el sol de la esperanza. Ya no hay miedo, hay creciente claridad.

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