¿Independencia soberana?
En la Conferencia de Punta del Este (Uruguay) de 1961 de la OEA, el gobierno del presidente John F. Kennedy presentó el programa Alianza para el Progreso. Era el plan estratégico financiero, social diplomático y militar para contrarrestar los movimientos revolucionarios en el continente y la influencia del triunfo de la revolución cubana. No era el plan de “ayuda”, como se esforzaban en explicar los gobiernos democráticos y dictatoriales de la región, sino la demostración imperialista del derecho que les asiste para violar la soberanía de las repúblicas independientes con la anuencia y complicidad de las derechas criollas de civiles y militares.
En esta conferencia resalta la intervención del Che, en representación del gobierno revolucionario de Cuba, y su célebre y visionaria frase que los “pueblos debemos luchar por nuestra segunda y definitiva independencia”, alusión a la primera independencia fue de las invasiones coloniales de España, Portugal, Francia y Inglaterra; la segunda tiene que ser de Estados Unidos.
Esa frase sintetizaba el tiempo de insurrecciones libertarias en el continente, pero también era el tiempo del despliegue continental de la Alianza para el Progreso, la planificación con el asesoramiento de la CIA de los golpes militares, como lo reconoció el célebre man del poder mister Henry Kissinger.
Los golpes militares de las décadas del 60 y 70 se caracterizaron por desarrollar los métodos militares, paramilitares, políticos, psicológicos y sociales del fascismo italiano, y del nazismo alemán; es decir, la CIA importó y se apropió de todo un sistema de control militar del Estado, de la sociedad, del pensamiento y de violación de los derechos civiles y políticos.
Al igual que las luchas independentistas lideradas por los pueblos oprimidos, la lucha por la democracia, por el ejercicio pleno de los derechos civiles y políticos y la autodeterminación de los pueblos fue desarrollada durante décadas por los plebeyos.
La independencia, la fundación de las repúblicas, la democracia como sistema de gobierno, la autodeterminación de los pueblos, que en palabras simples es el ejercicio pleno de la soberanía, fue y es la conquista de los pueblos y plebeyos oprimidos y sojuzgados. Esos derechos, hoy, son derechos universales reconocidos por la Naciones Unidas.
Pero un derecho universal es incompatible con el derecho imperial; por ello, las relaciones internacionales no están signadas por el derecho internacional, sino por los intereses de la lógica del poder occidental que emergió después de la Segunda Guerra Mundial y se impuso con la caída del Muro de Berlín.
En los años 80 pasamos de las dictaduras a las democracias controladas, pero desde los inicios de este siglo, impulsados por los liderazgos de Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Uruguay, Paraguay e incluso Chile, se dieron los primeros pasos para la integración regional Unasur y continental Celac, integración sin subordinación respetando la soberanía.
Esta integración fue quebrada desde adentro con los golpes parlamentarios con apoyo militar a Zelaya en Honduras (2009), a Lugo en Paraguay (2012), a Dilma en Brasil (2016), a Evo Bolivia (2019), los golpes frustrados a Chávez (2002) y Rafael Correa (2010). La conspiración contra la integración fue y es permanente: conspiración y complicidad, la tragedia endémica.
Ese servilismo patológico lo vimos recientemente en las elecciones intermedias de Argentina y presidenciales de Honduras. Trump chantajeó al pueblo argentino, la derecha aplaudió, Milei lo permitió; cuando obtuvo el triunfo electoral, la primera llamada fue a su padre político putativo.
Trump en Honduras apoyó abiertamente al candidato de extrema derecha Nasry Asfura y prometió indultar al expresidente hondureño condenado y detenido en Estados Unidos por narcotráfico si gana la derecha contra la candidata de izquierda. La derecha centroamericana, sin ruborizarse, utilizó las frases del monarca imperial para la campaña.
Las y los neoyorquinos tuvieron más dignidad que los arriba mencionados; en las elecciones para elegir alcalde de New York, Trump apoyó a su candidato republicano de extrema derecha y perdió; venció democráticamente el candidato que tiene origen musulmán, Zohran Mamdani, miembro de Democratic Socialists of America (DSA).
La historia y el presente nos enseñan la importancia de un Estado independiente y un pueblo digno; es el ejercicio pleno de su soberanía; la mutilación de este principio, en complicidad manifiesta de círculos de poder, es traición a la tradición que dignifica a los hombres y mujeres que lucharon y luchan por la libertad, la soberanía y autodeterminación de los pueblos.
La segunda independencia es la condición sine qua non para la integración y desarrollo soberano.
César Navarro Miranda
es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda





