La democracia como ficción

El día domingo, todos y todas estamos convocados a votar. Muchos dirán que es un “compromiso con la patria”, otros nos dirán “salvemos Bolivia”. Por las experiencias históricas de nuestra vida en democracia, podemos decir que la “democracia” no es el gobierno del pueblo, en realidad elegimos un gobierno para el pueblo y ahí radican los límites de la democracia.

La democracia que practicamos no va más allá del voto que permite la conformación de un gobierno, que, como en el que se avecina en este presente, nos avisan que intereses defenderán y con quienes gobernarán, por supuesto que alejados completamente de lo que se denomina “pueblo”. Y esta gran masa votante que es el pueblo, una vez más creerá en las promesas y elegirá a su próximo verdugo, contra el que protestará en unos pocos meses.

No es nuevo este fenómeno, lo vemos cada día en la Argentina; furibundos militantes de la Libertad Avanza (Milei) protestando por que fueron “engañados”, en realidad fue un autoengaño, porque pensaron, internamente que “este será un político diferente” y no es así el poder político es un monstruo que termina fagocitando todo lo éticamente bueno (sea hombre o mujer) para someter todas las decisiones a los intereses, primero personales (ya lo vimos con los nombramientos de hermanos, esposas, primos etc, como congresales) y luego de grupo (empresarial por supuesto) ya nos advirtieron “gobernaremos desde Santa Cruz” esto es la agroindustria, parte del poder económico concentrado en Bolivia.

Entonces el concepto de “patria” o el “salvar a Bolivia” son frases huecas, engañosas, en realidad el actual ejercicio del voto “democrático” es para seguir consolidando los grupos de poder en Bolivia, es mantener la situación de dependencia económica, cultural, con su correspondiente dosis de racismo. Frente a esta constatación, nos queda la pregunta: ¿Qué hacer? Sencillamente nos queda la afirmación individual de nuestra propia conciencia, es decir dejar de ser los confirmadores de una reproducción del poder en manos de los siempre.

No podemos, (salvo que tengamos nuestra conciencia torcida) asumir una actitud cínica de perpetuar un poder concentrado y protestar por ello. Se trata entonces de tener una conciencia en paz, sabiendo que no fuimos cómplices de esta patraña electoral, que lo único que propone es una vida dura, llena de dificultades, no experimentada durante los últimos 20 años (con sus intervalos de aventura golpista). La juventud que pudo desarrollar su infancia y su adolescencia en un clima de estabilidad económica y con una sociedad confiada en el futuro, le tocará conocer la dureza de los llamados “ajustes neoliberales” donde la violencia estará presente, como en la Argentina, como en el Ecuador, como en el Perú, como en EEUU.

Esta segunda vuelta electoral, es un compromiso con nuestra propia conciencia, los votos que reciba uno u otro candidato serán la medida de nuestro extravío, en este ambiente desesperado que nos obliga a decidir “lo que venga” sin tomar en cuenta el tremendo daño que ocasionamos como responsables de las generaciones venideras.

Tenemos un desafío, que es el de romper estos moldes coloniales del poder, que disfrazados de “modernidad” y tecnología, mantienen sistemas racistas, patriarcales y de poca conciencia acerca de nuestro territorio, que nuevamente pretenden fracturarla como en el pasado.

El voto nulo, blanco o finalmente no votar, es la actitud que hoy refleja la rebeldía de quienes nos resistimos a consolidar un sistema de gobierno destinado a ser quien nos obligue a tener todas las carencias posibles, mientras otros realizarán millonarios negocios, como ya lo hicieron antes, y llevarse las ganancias fuera del país, dejándonos más pobres, de lo que ya estamos.

El futuro de Bolivia tendrá su visibilidad en los resultados de este domingo de elecciones y cada uno y una será responsable de sus actos, sin derecho a réplica.

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