Ministros con intereses incompatibles con el Estado

Una acción valiente de activistas medio ambientales ha puesto el dedo en la llaga de la composición del actual gobierno: la impugnación, en este caso, apunta al flamante ministro de Medio Ambiente, conocido empresario agroindustrial cruceño con una larga data familiar que lo ubica como parte de esa élite que, al amparo del “modelo cruceño de desarrollo”, ha expoliado las tierras del oriente boliviano. La agricultura empresarial, que demanda concentración de grandes extensiones de tierra (latifundismo) para promover el monocultivo de especies transgénicas como la soya y el maíz que, a su vez, requieren el uso intensivo de pesticidas probadamente cancerígenos, ha sido sistemáticamente denunciada por defensores del medio ambiente, con abundantes pruebas científicas que nunca han podido ser refutadas por los defensores de este modelo.

La acción responde a la lógica elemental que cuestiona la incompatibilidad de intereses entre ese sector de la agroindustria cruceña, con los que representan a la sociedad en su conjunto. El modelo ha demostrado ser insostenible, a no ser que reciba del Estado las subvenciones necesarias para ser rentable. Y esas subvenciones no son otra cosa que diésel barato y un conjunto de leyes benignas que hacen la vista gorda a los graves daños medioambientales. Pruebas al canto, la creciente desertificación de extensas áreas de las llanuras orientales, hoy devenidas en verdaderos arenales improductivos, debería llamar la atención por su secuela de agravantes, como los incendios forestales que cada año y “accidentalmente” se propagan para expandir la frontera agrícola, luego aprovechada por ese sector privado que asegura que exportar es la vía del progreso para nuestros pueblos y territorios.

Toda esa agricultura está asociada también al manejo irresponsable de la riqueza forestal; aunque es justo reconocer que hay esfuerzos concretos para reponer la riqueza maderera sujeta a una explotación racional. Pero, en conjunto, los resultados son devastadores y reveladores: cada año, cientos de miles de hectáreas pasan a la calidad de “tierras aptas para la agricultura”, con la complicidad de dirigentes de organizaciones sociales que, detrás de las justas demandas por tierra para los desposeídos, esconden en realidad un tráfico que termina por entregarlas a empresarios nacionales y extranjeros para fomentar ese tipo de agricultura dañina. Ella no tiene nada que ver con la seguridad y la soberanía alimentarias, como sostienen falazmente los gremios empresariales agrupados en la todo poderosa Cámara Agropecuaria del Oriente. Es negocio de los oligopolios que comercializan las semillas transgénicas asociadas a los pesticidas y que manejan el mercado mundial de esos productos agrícolas, en una cadena que termina por llevar las ganancias a centros de poder económico mundial en detrimento del Estado y de los pobladores de los países que se prestan a ello.

El ministro de marras ha hecho defensa cerrada de ese modelo expoliador que no deja dólares a la economía nacional, que paga impuestos ridículos y que se cree dueña de Santa Cruz. Ese ministro representa intereses empresariales y, por tanto, desde ese portafolio de Estado, actuará como juez y parte toda vez que se alce una voz de denuncia frente a los crímenes medioambientales que siguen disfrutando de la más absoluta impunidad. Es pedir al zorro que cuide las gallinas; así de simple.

Pero, lo grave de esa acción valiente de los activistas medioambientales es que, en realidad, pone en tela de juicio la cantaleta que justifica el acelerado y desesperado retorno al neoliberalismo que pregona Paz Pereira bajo el eufemismo de “capitalismo para todos”. “Devolver la confianza a la inversión privada” es, en definitiva, programar una serie de acciones legales e institucionales para promover, de nuevo, el saqueo de Bolivia. No en vano, más del 60% de los integrantes del gabinete proviene de filas del empresariado. No sólo en materia de agricultura y explotación forestal, sino en todos los ámbitos de la economía, estos empresarios priorizarán sus propios intereses.

Lo demás son cuentos.

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