Las millonarias cifras de USAID
Una investigación ordenada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, destapa la asquerosa corrupción que salpica a toda la oposición “democrática” de Venezuela. Todas sus figuras, sucesivamente presentadas por los grandes medios de comunicación como verdaderos paladines de la libertad en lucha desigual contra la dictadura chavista, han sido develados como lo que verdaderamente son: auténticos delincuentes que, sin arriesgar el pellejo, han vivido de manera suntuosa, prometiendo el paraíso terrenal acabando con lo que califican de “dictaduras”.
En el país, nuestros inefables cuatro “lideres” ahora aliados en el empeño de derrotar al MAS en las próximas elecciones, han elevado voces “sensatas” pidiendo “normalizar” las relaciones con la potencia del Norte. Prometen que, de ganar las elecciones, aquellos volverán con el sambenito de la ayuda internacional que, supuestamente, proporciona USAID a nuestros sufridos pero rebeldes pueblos. Pretenden echar un manto de olvido sobre las formas y procedimientos con que manejaron al país, haciendo genuflexiones para ganar la caridad del amo que los tenía de mendigos internacionales.
El hecho denunciado reviste doble gravedad: por un lado, es una verdadera confesión de partes, puesto que la denuncia no proviene del Kremlin ni de alguna agencia iraní, o de los palestinos o de los cubanos; es hecha nada menos que por el actual administrador electo de ese Deep State o verdadero gobierno mundial, que juzga quien es demócrata y quien no lo es en el mundo. Y también, porque pone al descubierto la verdadera trama de intereses que se tejen internacionalmente para explotar y oprimir a nuestros países, usando la misma cantaleta en cada lugar.
Ahora sí resulta entendible por qué don Tuto Quiroga se las daba de valiente luchador que iba a entrar a Venezuela junto al tal Gonzáles, el candidato derrotado de la oposición, para proclamarlo como presidente electo frente al “fraude” montado por Maduro. Entonces, los medios de comunicación y sus redes virtuales nos daban cuenta de la llegada del aupado del imperio, junto a Tuto, Bukele, fascistas colombianos y otros personales de triste fama, encabezando multitudinarias manifestaciones de venezolanos cansados de dictadura. Nada de ello ocurrió aquel viernes 10 de enero pasado; por el contrario, la posesión del presidente Nicolás Maduro en Venezuela fue una nueva fiesta democrática en la que el chavismo volvió a derrotar a los “escuálidos”. Más que seguro, gran cantidad del dinero (la denuncia menciona más de quinientos millones de dólares) no fue empleada en las campañas contrarrevolucionarias, sino que fue a dar a los bolsillos de los mercaderes de la muerte.
La lección es importante, porque con esas evidencias puestas sobre la mesa, cabe preguntarse de dónde salen los recursos para que nuestra paupérrima oposición de derecha arme fiestas y proclamaciones por aquí y acullá, disputándose como perros hambrientos el hueso de la candidatura única. En algún momento, saldrán también los detalles de cómo se financia a nuestros demócratas criollos en la campaña de desprestigio internacional de la que participan con sus compinches manejados como marionetas por la maquinaria norteamericana. Por supuesto, nada de ello es gratis y se equivocan quienes imaginan al imperio interesado en nuestras democracias o en la libertad en nuestros países. Les interesa nada más y nada menos que el petróleo y el oro de Venezuela, tanto como el litio de Bolivia, riquezas que consideran suyas y puestas por el mismísimo Dios en su patio trasero.
Desde el coreanito Chi, que recibe dádivas generosas de las iglesias evangélicas del imperio, pasando por esa nueva banda de los cuatro que nos amenaza con volver al neoliberalismo, siguiendo con Manfred y acabando con los chicos pero peligrosos como Branco, algún momento tendrán que aclarar el origen de su financiamiento, de su riqueza mal habida, de sus medios que instalan la percepción de crisis total para confundir a la gente y, finalmente de los verdaderos autores de sus proclamas y propuestas edulcoradas.
Yo mantengo la fe en la sabiduría popular que, elección tras elección, les ha dicho que no volverán.