A 80 años de la derrota de la Alemania nazi: las nuevas caras del fascismo

Europa es cuna de muchos males: allá por el siglo XV – una época marcada por el feudalismo y dinastías de reyes, con la peste y otras enfermedades diezmando a su población – en sus entrañas se engendró una bestia que dejó una huella de sangre y fuego: la invasión y colonización de nuestro continente Abya Yala, complementada con el horror de la caza y trata de esclavos africanos. El legado europeo se tradujo en saqueo, muerte y genocidio primero en América pero muy pronto se repartirían también África y vastos territorios de Asia.

En ese mismo viejo continente, hace cien años surgió el fenómeno político y social del fascismo que es la continuidad de las prácticas autoritarias, represivas y racistas, esta vez basadas en el “anticomunismo”. Mussolini, Franco y Hitler fueron las expresiones más crudas de esta corriente que no solamente llevó a atrocidades contra el movimiento obrero y popular, sino a dos guerras mundiales.

Aquí es necesario recordar una verdad histórica: Quien venció al fascismo y derrotó a la Alemania nazi, no fueron precisamente los norteamericanos, como intentan posesionar con la producción cinematográfica hollywoodense. Fue el valeroso Ejército Rojo de la Unión Soviética comunista, por lo que este 9 de mayo, recordamos el 80 aniversario de esta hazaña que solo fue posible gracias – sobre todo – a centenares de miles de vidas ofrendadas por la resistencia soviética para poner fin a la barbarie del nazi fascismo.

Este 30 de abril se cumplieron también 50 años de la victoria del pueblo vietnamita sobre los Estados Unidos; después de una guerra criminal que duró casi 20 años, la dignidad y deseo de soberanía pudo más que el ejercito mejor armado y con los métodos más mortíferos contra población civil.

¿Pero será que el fascismo murió con la derrota militar de Hitler? ¿Será cosa del pasado?

Pues tal como pasó tras la derrota de Mussolini y Franco, lo mismo la Alemania nazi exportó a miles de criminales de guerra que huyeron camuflados entre otros emigrantes, muchas veces bajo nuevas identidades para evitar ser enjuiciados por sus crímenes.

Nuestro país no fue la excepción, nos llegaron individuos temerarios como Klaus Barbie Altmann, apodado el “carnicero de Lyon” por su crueldad, y que en Bolivia se codeaba con los más altos rangos militares, convirtiéndose en asesor de métodos de tortura y técnicas anticomunistas desde la época de los dictadores Barrientos, Banzer y García Meza. Si se estrenó en al Alemania nazi con la GESTAPO, luego fue aceptado gustosamente por los Estados Unidos como agente de la CIA, total, que importa el pasado criminal si demuestra ser experimentado torturador y anticomunista. Este siniestro personaje es apenas un ejemplo, pues la colonia alemana alberga entre sus filas a muchos otros criminales o sus descendientes, tal como pasa también con los croatas por ejemplo.

Sobre todo en la década de los ‘60 y ‘70, en América latina los regímenes fascistas sostenidos o impuestos por los Estados Unidos dejaron decenas de miles de víctimas de tortura, desaparición o asesinato. La tristemente Escuela de las Américas, adiestramiento militar e ideológico de por medio, fue una verdadera fábrica de dictadores entrenados para servir a los propósitos del imperialismo norteamericano.

En Bolivia el fascismo tomó forma a través de los diferentes golpes de estado que fueron planificados con la intervención de la CIA, posteriormente perfeccionados con el Plan Cóndor para eliminar todo vestigio de “amenaza comunista”, con la represión y eliminación sistemática del “enemigo” que implicó persecución al movimiento obrero popular y campesino, así como la toma violenta de los centros mineros, a la par encarcelamiento, masacres, exilio y asesinato selectivo de dirigentes de izquierda. La ideología de “supremacía” que alimenta al fascismo, convierte a los pueblos indígenas y sus líderes en otro blanco de sus ataques.

En esta coyuntura electoral, la mafia judicial encabezada por el autoprorrogado TCP y el linchamiento mediático tienen tintes fascistoides, que hacen de la estigmatización un arma de deslegitimación de liderazgos. Así pasó recientemente en Ecuador, donde se sembró bronca contra el correísmo que fue víctima de una enorme campaña de desprestigio, como si fuera “el enemigo común” (cuando su “delito” fue no dar continuidad a la base militar norteamericana en Manta). De modo que terminó ganando el caos y el miedo, sellado con un proceso fraudulento a favor de Noboa y por lo tanto una victoria geopolítica del imperialismo yanqui.

Así está pasando también en Bolivia, donde lo que está en juego en este momento, va más allá de la silla presidencial: es la continuidad del proceso de cambio y su carácter antiimperialista que representan una piedra en el zapato de la derecha nacional e internacional.

De hecho, parte de la guerra cognitiva, que es la conquista de las mentes como campo de batalla, es una estrategia cada vez más perfeccionada donde desde la industria del cine, los medios de comunicación, las redes sociales, la música o las sectas religiosas se moldea al nuevo ciudadano adormecido, manipulado, alienado y sobre todo desarmado del potencial contestatario de la fuerza colectiva, naturalizando la violencia y todo lo funcional al sistema capitalista.

Como resultado de esta batalla cultural y política, que prescinde de armamento militar y derramamiento de sangre, tenemos el fenómeno de presidentes de extrema derecha y de corte neo fascista como ocurrió con Bolsonaro en Brasil, ahora con Milei en Argentina o Noboa en Ecuador. En todos los casos, le sigue la aplicación de políticas sometidas a organismos internacionales e intereses foráneos, la profundización de la dominación y expansión de bases militares norteamericanas, la represión del movimiento popular, la aplicación de medidas económicas que recortan conquistas y derechos de trabajadores y pueblo en general. Este fascismo contemporáneo intenta ocultar su violencia estructural, haciéndonos cómplices de nuestra propia dominación.

Por último, no podemos dejar de hablar de Palestina, porque el atroz genocidio que comete el estado sionista israelí es el rostro del fascismo actual, aniquilador de la vida, el planeta y lo que queda de humanidad.

Por todo ello, saludamos a la Internacional Antifascista, en especial a la República Bolivariana de Venezuela siempre solidaria y comprometida con los movimientos populares y gobiernos anticapitalistas antiimperialistas cuya articulación urge más que nunca ante las nuevas manifestaciones del fascismo contemporáneo. Máxima alerta, organización y movilización para derrotar en unidad a la derecha nacional y continental, de lo contrario, nos espera un periodo oscuro de retorno al capitalismo salvaje.

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