¿No lloramos a los mismos muertos? Bolivia exige unidad a los frentes hermanos
Durante décadas caminamos juntos. Resistimos dictaduras, marchamos bajo gas y bala, enterramos a nuestros muertos con el puño en alto. ¿Acaso no lloramos juntos? ¿No salimos codo a codo a defender la vida, la dignidad, la tierra?
¿No estuvimos juntos exigiendo justicia por las masacres en Senkata y Sacaba? ¿No marchamos por Palestina, levantando la wiphala junto a la bandera palestina? ¿No gritamos juntos «¡Che vive!» cada 8 de octubre, y rendimos homenaje a Marcelo Quiroga Santa Cruz cada 17 de julio?
¿No somos, acaso, hijos e hijas de Túpac Katari, que dijo que volvería y sería millones? ¿O lo olvidamos cuando empezamos a ver al hermano de lucha como enemigo?
Fuimos un solo pueblo, una sola lucha. Pero hoy, nos estamos haciendo daño entre nosotros. Las organizaciones hermanas se atacan, se acusan, se sabotean. Y lo más doloroso: desde las bases también caímos en ese juego.
Nos equivocamos. Aplaudimos el hundimiento de compañeros solo porque no eran de nuestra organización. Cerramos filas sin hacer autocrítica. Permitimos que el odio reemplace el debate, que la lealtad al caudillo o caudillos pese más que la lealtad al pueblo.
Pero ya basta. El enemigo no está entre nosotros. El enemigo es el poder económico, el racismo estructural, el imperialismo, la derecha que quiere borrar todo lo que construimos juntos. Mientras nosotros nos peleamos, ellos avanzan.
Y avanzan rápido, porque la depresión colectiva que nos paraliza les está regalando la victoria. Nos están derrotando sin disparar una sola bala, porque el pueblo perdió el entusiasmo, perdió la claridad, perdió el rumbo. Como decía nuestro Señor Jesucristo:
“Mi pueblo se perderá por falta de conocimiento.”
Y nosotros, que decimos representar al pueblo, no hemos sabido sembrar conciencia ni esperanza.
Necesitamos madurez política. Eso significa parar el fuego cruzado, pedirnos perdón como pueblo, mirar más allá del rencor. No se trata de olvidar el pasado, sino de no seguir reproduciendo sus errores.
No vinimos a hacer política para destruirnos. Vinimos a transformar la historia, a construir poder desde abajo, a luchar por los sueños de nuestros pueblos.
Y para eso, tenemos que volver a unirnos.
La unidad no es obediencia ciega. La unidad es tener un horizonte común, es saber que lo que nos une —la justicia, la soberanía, la memoria de lucha— vale más que cualquier diferencia circunstancial.
Como base, también tenemos tarea. Debemos organizarnos, formarnos, y estar tan firmes y lúcidos que seamos capaces de dar dirección cuando los de arriba pierden el rumbo. Porque la fuerza verdadera de los procesos populares no está en los discursos, está en el pueblo consciente y movilizado.
¿Qué nos detuvo tantas veces en el pasado? El sectarismo, el ego, la división. No repitamos ese error. Que el dolor compartido, las victorias y derrotas que vivimos juntos, nos sirvan de memoria y fuerza.
Porque no queremos volver a marchar, esta vez, llorando la derrota de nuestra propia desunión.
Bolivia nos necesita, unidos, formados, humildes, firmes y despiertos.
Unidad, autocrítica, formación y lucha. Victoria o muerte!!!!
Venceremos





