Fisuras profundas en un gobierno vacilante

La historia boliviana en la lucha por el poder retratará este episodio de los primeros días del gobierno de Rodrigo Paz. Una administración que llegó con gran pompa, pero que no termina de definirse. O quizás sí lo ha hecho, para decepción de quienes ilusamente esperaban un gobierno independiente, ya que ha optado por seguir las directrices del imperio y alinearse con lo que dicte el gobierno genocida de Israel, con quien ya confirmó que retomará relaciones bilaterales.

Así, es muy probable que ya tengamos ante nosotros al gobierno de centro-derecha con tintes populistas que muchos anticipaban. La evidencia es clara: ya tiene a la DEA en el control antidroga y ha definido su política económica en amplia sintonía con los intereses empresariales. Por lo tanto, nos ha mostrado su verdadero rostro, que veremos reflejado en la aplicación de medidas de corte neoliberal con el lanzamiento inminente de un paquete de decretos, los próximos días.

Sin embargo, ya se evidencian una serie de fisuras, desencuentros y entredichos entre el presidente y el vicepresidente. ¿Estamos a las puertas de una ruptura inminente? Las declaraciones de Edmand Lara, quien denunció supuestos intereses de grupos de poder cruceños en el nuevo gabinete y dejó al descubierto sus diferencias con Rodrigo Paz, generaron una ola de reacciones políticas y un clima interno tenso.

La polémica se desató tras la posesión de los ministros de Paz, específicamente del titular de Justicia, Freddy Vidovic, de quien se publicó una supuesta sentencia judicial. No obstante, Lara lo defendió y presentó un documento que, según él, no contempla ninguna condena. Incluso acusó a Paz de buscar “anularlo” en la toma de decisiones, advirtiendo que no lo permitirá.

Según Lara, todo responde a una campaña de “grupos de poder” de Santa Cruz que impulsaría al abogado Martín Camacho para ocupar la cartera de Justicia.

Estas pugnas por el poder nos obligan a repasar la historia y descifrar la estructura gubernamental de este gobierno, en la que identificamos al menos tres grupos de poder representados en el actual gabinete.

Por un lado, está el MIR, con base en gente que proviene de la era de Jaime Paz Zamora y que ahora encabeza Marco Antonio Oviedo, pieza clave en el Ministerio de Gobierno. También están los allegados que Samuel Doria Medina colocó, reforzando su influencia con José Luis Lupo y José Gabriel Espinoza en importantes carteras.

Recordemos que el MIR fue la mayor estafa política del siglo XX en Bolivia. Con un discurso de izquierda, logró conformar una organización joven, comprometida y con ideales, para luego convertirse en un implementador de políticas neoliberales. No olvidemos que de sus filas salieron Samuel Doria Medina, Luis Revilla y también colaboradores del gobierno de Carlos Mesa.

El MIR, al igual que el MNR, pertenece al pasado. Su personería jurídica fue suspendida en 2006 por no haber obtenido ni el 2% de los votos durante las elecciones para la Asamblea Constituyente.

El segundo grupo en el gobierno es el Partido Demócrata Cristiano (PDC), con una vasta historia entrelazada con los inicios del propio MIR. El propio Jaime Paz Zamora sepultaría las aspiraciones del PDC, diciendo que se encontró «con un muro» que quería hacer las cosas como «en la política del siglo XX».

Tomása Yarwi, senadora por la Alianza Libre de Tuto Quiroga, también proviene de las raíces del PDC. Es posible que no le hayan avisado que el PDC es un viejo instrumento del capitalismo mundial, afiliado a la socialdemocracia alemana y que siempre ha recibido fondos de las fundaciones de la Democracia Cristiana Internacional.

El PDC tiene un largo historial cuestionable, pues ha colaborado con muchos gobiernos, incluyendo algunas dictaduras. Es cómodo pertenecer a un partido que ha sabido superar las múltiples crisis de los partidos bolivianos, ya que nunca se compromete con cambios radicales en el país: zigzaguea en todo, siempre con la bendición de sus guías espirituales.

Finalmente, está el grupo de Edmand Lara, que, como vimos en las elecciones, tiene un amplio respaldo popular –podríamos decir que es el más numeroso–, pero que ha sido minimizado en las cuotas de poder dentro del gabinete.

Estamos apenas en el inicio de la gestión y ya vemos que este conflicto tiene raíces políticas y de clase. Debemos recordar que Edmand Lara fue clave en la victoria electoral de este gobierno, pero no hubo un reconocimiento genuino a su aporte en la composición del gabinete.

La acusación de Lara de que el Presidente intenta excluirlo es un síntoma de la fractura interna. Si se lo margina, se estaría debilitando una alianza decisiva para el triunfo electoral. Un vicepresidente sin voz real crea fisuras, estimula la competencia interna y debilita la gobernabilidad. Paz está desaprovechando una llave política muy importante.

Por otro lado, se siguen escuchando presiones para reponer ministerios excluidos, como el de Minería, una demanda que ejercen las Cooperativas Mineras y la misma COB.

Entre las pequeñas mentiras del gobierno, que anunció que las colas desaparecerían después del 9 de noviembre, vemos que, en el suministro de diésel y gasolina, las filas persisten. La apertura para la distribución de combustibles que realizó el domingo pasado Rodrigo Paz en Senkata, mostrando cisternas que llevaban gasolina y diésel a las regiones, fue parte de un espectáculo mediático, pues al comprobar su contenido, ¡la mayoría estaban vacías!

¿No será que lo que Rodrigo Paz denunció que dejó el gobierno anterior –y a lo que no se atrevió a llamar «Estado tranca», sino una «cloaca de dimensiones extraordinarias»– se convierta muy pronto, no solo en cloaca, sino en un Estado putrefacto y lleno de corrupción?

Todo lo señalado refleja la compleja maraña de intereses y la desesperación de un gobierno que tiene a dos actores principales (Paz y Lara), pero que, como vimos, también incluye a otros actores políticos en la Asamblea Legislativa y en el gabinete. Y, sobre todo, tiene a un actor principal en las calles, que ya está dispuesto a iniciar un proceso de resistencia.

Luis Camilo Romero es comunicador boliviano para América Latina y el Caribe.

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