La moderna “revolución restauradora”

El 4 de noviembre de 1964 caía, luego de doce años de gobierno continuo, el régimen del MNR. Era entonces presidente Víctor Paz Estenssoro; quien se había autoconvencido de haber elegido a René Barrientos Ortuño como su acompañante de fórmula en las elecciones previas. El “Jefe” -como solían llamarlo sus seguidores-, a pesar de sus años y experiencia, no cayó en cuenta que, en realidad, el general que luego lo depusiera en un cruento golpe de Estado, había sido designado para tales funciones por la administración norteamericana de turno.

Aquellos doce años habían marcado al país con el “reconocimiento” al indio, al que se le devolvía parcialmente sus tierras y se le daba ciudadanía política, para asco de las familias oligárquicas y no tan oligárquicas pero conservadoras de la sociedad boliviana de la época. Aquello de que todos somos iguales les producía verdaderas arcadas; un poco (no tanto) más clara la piel, era inequívoco signo de superioridad racial que aquella Revolución Nacional había osado poner en tela de juicio. Por ello, cuando se produjo el golpe del 4 de noviembre, pronto se habló de la “restauración”, como vana ilusión de clase que pretendía volver al pongueaje y al mitanaje de los modernos esclavistas nacionales que se servían gratuitamente de sus semejantes provenientes de sus latifundios. Cierto es que, luego, se puso en orden a los muy revoltosos mineros, por la vía de la masacre y el asesinato selectivo; cierto es que se impuso el Plan Triangular de los gringos para rebajar el salario mísero de los obreros y otras patrióticas medidas para salvar al país de la crisis; pero no se pudo “restaurar” toda la iniquidad previa al 52.

Hoy, la caída de veinte años de gobierno de MAS ha alentado a esa oligarquía a creer en un espejismo semejante: la restauración total previa al Proceso de Cambio. En ese empeño, Rodrigo Paz ha demostrado la misma agilidad paterna para actuar en contra de la historia, impulsado por ese “enorme amor a la patria” del que su vocera novel intenta convencer a fuerza de repeticiones. Llena de simbolismo, la primera medida económica anunciada por el ministro de Economía acompañado del mismísimo presidente, pide archivar el impuesto a las grandes fortunas porque su sólo enunciado ha provocado la huida de doña Inversión Extranjera, a quien hay que darle plenas seguridades de que ahora el país está para otras cosas.

El afán restaurador muestra algunos resultados: ya era hora de que los verdaderos dueños de la tierra, los terratenientes cruceños, pusieran al ministro del ramo colocando a uno de sus filas; era también ya momento de restaurar relaciones plenas con los gringos y los sionistas; hora ideal para desconocer juicios y sentencias legales para liberar a los viejos compinches de “sucesiones constitucionales”; en una cadena de acciones que recién empieza.

Si a alguien le queda alguna duda, no se sorprenda que la restauración recorra a galope diecinueve años para atrás, porque hay que congraciarse con quien cruzó los ríos de sangre para abrazarse con el asesino de sus compañeros, diciéndonos que la pérdida de la personería jurídica del MIR puede también ser revisada.

Nada extraño resultaría que algún ocurrente y servil diputado, proponga una medida legal, pero muy legal, para doblarle la pensión vitalicia al papito del que sabemos, porque el muy pobrecito, como ya lo ha dicho sin rubor alguno, dice no tener dónde caerse muerto y que, sin pensión, tendría que pedir limosna.

A no asustarse, que, como dice la machacona propaganda oficial, vienen tiempos mejores.

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