Voto nulo, ¿Anularnos?
Este clima electoral ha despertado pasiones, inventos, elucubraciones, fantasías y hasta justificaciones de todo tipo para argumentar posturas que hoy por hoy, ya no se ajustan como afirmaciones ciertas o como juicios respetables en un escenario político que, parece mostrarnos, que el desenlace ya es fatal.
La democracia, que ha sido el desafío de recuperarla tras los sucesos de 2019, tiene que ser el escenario legítimo para la expresión libre del pueblo. Aquellos que con el voto en 2020 forjaron la esperanza de todo un pueblo debe ser la que siempre nos anime a garantizar los procesos democráticos antes que nos arrebaten los que, otra vez, están montando la maquinaria para asaltar el poder como siempre lo hicieron en el pasado.
Lo curioso ahora es que las intenciones de volver al poder ya no vienen de la derecha clásica porque los afanes conspirativos tienen como actor al sector evista que no entiende y no quiere respetar los valores democráticos.
Después de varios intentos de desestabilizar el proceso electoral con violencia rumbo a las presidenciales del 17 de agosto, todo por forzar la candidatura de Evo Morales prohibida por la Constitución y dos fallos constitucionales, ahora lo ratifica con amenazas de sabotaje en la jornada electoral y, especialmente, su convocatoria llega ahora con gran pompa llamando al voto nulo.
Está claro que, si bien el voto nulo tiene respaldo en la norma, al igual que las campañas a su favor, impide el ejercicio democrático del derecho ciudadano a la elección voluntaria de sus autoridades, bajo un discurso que enarbola el voto orgánico, consigna o de protesta.
A ello se agita otra consigna que acompaña el voto nulo y la quieren forzar bajo argumentos como de señalar que se excluye del escenario político-electoral a la representación indígena, a las comunidades campesinas, ayllus, comunidades rurales y urbanas, para facilitar el retorno de la clase política que se ha apoderado de la maquinaria estatal para sus proyectos de sometimiento económico.
Habrá que aclarar que no son esos sectores que proponen entrar en debate y se preocupan de su futuro, y que por ello, estarían tomando la decisión del voto nulo. Bajo esa nueva narrativa simbólica buscan ahora justificar su cruzada electoral pidiendo por el voto wiphala. Y como demostración de repudio a lo que llaman la “casta colonial”, lo harán con una wiphala que será introducida en la papeleta electoral.
En ese sentido, creer que la masa indígena y campesina va a ser presa de una campaña por el voto wiphala o voto nulo, es una afirmación equívoca porque argumentar que ese sector ‘está excluido’ de la elección, no será vista de esa manera, porque el movimiento indígena, campesino originario, tiene su propia conciencia de clase, sabe y está consciente que su voto es válido, por eso no votará nulo.
Afirmar que los votos blancos, nulos e indecisos no es para que el “líder de los humildes”, “el elegido por Dios” se alegre, ya que detrás de su campaña, nos quiere hacer creer que la votación (blancos, nulos o wiphala) es atribuirse el porcentaje que le hubiese favorecido a él.
El movimiento popular, el bloque popular o cualquier otra denominación, no ha sido proscrito; y cuando llegó al poder en 2005, lo hizo para quedarse. Creer que «han sido proscritos» porque el “líder de los humildes” no está en la papeleta formal es desconocer toda la acumulación histórica trabajada con el esfuerzo más de medio siglo, sin el “líder“.
Reiteramos que el voto es una decisión soberana y una conquista democrática. Pero ese triunfo ganado en las calles, que ahora se encuentra en la Constitución Política, señala que la democracia representativa se ejerce por medio de la elección de representantes por voto universal, directo y secreto, conforme a ley.
Por eso, el movimiento popular debe acudir a las urnas y lo debe hacer para reclamar lo que por derecho le pertenece: el manejo de la cosa pública. Seguramente estamos convencidos que ya no ganaremos nuevamente, pero sabemos que la derrota puede ser menos contundente si trabajamos con quienes están presentes ahora, así sea que no eran quienes debían representarnos.
Pero también estamos seguros por sobre otras opciones de voto, que el 17 de agosto, habrán grandes sorpresas y lo que venga como resultado será otra victoria democrática contra las consignas de los que dividen y ahondan más la fractura de la izquierda, que la derecha incluso lo calificará como “un nuevo fraude monumental”.
*Luis Camilo Romero, es comunicador boliviano para América Latina y el Caribe





