Tuto… en el ocaso
Tuto envejeció intelectual y políticamente; avivó la llama racial en pleno ciclo electoral; polarizó regionalmente su candidatura subordinándose a los grupos de poder del oriente, sin perspectiva nacional; desplegó una retórica basada en el odio y la revancha, y se situó como el exponente de la extrema derecha creyendo que la sociedad plural boliviana era emuladora de los patrones de la sociedad occidentalizada que vitorea las consignas propias del fascismo en pleno siglo XXI. El resultado electoral le puso en el banquillo, abrumado por la derrota moral, política y democrática.
Tuto es el hijo putativo de un tiempo y modelo político que en nuestra Bolivia expiró; el sistema político, de creencias, de instituciones y de razones ortodoxas del neoliberalismo naufragó. Era el más joven de la generación política de la partidocracia, pertenecía a los círculos que monopolizaba el control del Estado, heredó por sucesión constitucional (2001) la presidencia de la República y al partido (ADN) que era uno de los pilares del sistema político; dilapidó su oportunidad creyendo que era el elegido para reinventar el capitalismo, pero, cuando abandonó el gobierno, dejó en terapia intensiva al partido que lo encumbró en el poder y con grietas que luego serían zanjas insalvables del neoliberalismo.
Impulsó y a la vez fue el veedor de la firma entre empresas transnacionales para la exportación de nuestro gas a Estados Unidos por territorio chileno. Esta firma fue el compromiso de Estado que Goni quiso imponer con las masacres de Senkata y El Alto (2003). La firma de contrato de exportación de nuestro recurso natural fue el certificado de capitulación de neoliberalismo.
Tres hechos históricos grafican su paso por el gobierno: la Guerra del Agua, liderada por campesinos, regantes y sectores urbano-populares de Cochabamba (2000); la movilización aymara y la instalación del Cuartel Indígena de Qalachaca, liderada por Felipe Quispe ‘El Mallku’ (2001), y la expulsión exprés del diputado Evo Morales del parlamento (2002). Estos hechos en sí mismos son fundantes de este tiempo político.
En su primera experiencia de candidato presidencial (2005), se postuló reciclando lo más selecto de las élites del MIR y ADN, en alianza con círculos oligárquicos cruceños; la alianza electoral que se asemejaba a una ensalada, pero desabrida y sin condimentos, fue derrotada democrática y moralmente por Evo y lo plurinacional popular, con una diferencia del 25%. Tuto arrastra en lo más interno de su “yo” la derrota propiciada por los indígenas, cocaleros y sectores populares; a ello se debe, que su retórica discursiva esté impregnada de odio y de revancha.
Para esta elección, en su primer mensaje de candidato presidencial, no expuso una visión de país, sino de venganza: “Auditaremos los 20 años de gobierno del MAS y apresaremos a Evo”, Y como coro, su candidato a vicepresidente deseó dar “muerte a los collas”. Es decir, la extrema derecha estaba impulsando y fomentando la venganza, identificado a un enemigo racial y político a ser destruido.
Una de sus ideas capitalistas e innovadoras fue dar un “título individual” a cada boliviano, que le daba derecho a “beneficiarse” de las utilidades de las empresas estratégicas. Un argumento similar fue expuesto por el ícono del neoliberalismo en la década del 90: fracasó.
Al reiterar una consigna del capitalismo sin tener un mínimo de autocrítica y mirada retrospectiva nacional, refleja el envejecimiento de las ideas del candidato presidencial.
Tuto aspiró a ser el líder del empresariado de este siglo, intentando emular a los del siglo pasado: Paz Estenssoro, Goni y Banzer. En esta elección se aferró y subordinó a grupos de poder económico y político de extrema derecha cruceña, que le obligaron a romper con el circulo unitario de la derecha boliviana. Teniendo fe en el bloque empresarial que aparentemente tenía presencia nacional, era el nuevo círculo que le arropaba. Se equivoco él y su estratega electoral ecuatoriano.
Entró a la carrera electoral derrotado, creyendo que los códigos raciales, regionales, capitalistas y clasistas eran el sistema de creencias basado en el odio y venganza que le darían el triunfo: se equivocó.
En alianza mediática y en complicidad de analistas o especuladores electorales, quiso volver a imponer su triunfo en encuestas previas, ganaba con más de 10 puntos en las telenovelas de sondeo electoral; cuando apagó el cable y abrió la ventana para ver la realidad, perdió por los mismos puntos que la encuesta y los futuristas le auguraban su triunfo.
Repitiendo el libreto de Trump y Bolsonaro, cuando perdieron las elecciones, hoy el tutismo justificaba su derrota acusando de fraude.
*Es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda.





