La oposición …¿cuál oposición?

La oposición política ya no es la de años ‘80 o ‘90. Su altura política para los debates y su calidad en proponer con argumentos sólidos es de extrañar, porque sabíamos que formaba parte del aprendizaje en democracia.

Las exposiciones de diputados y senadores en la época de la UDP y en la época de gobiernos neoliberales, daba gusto escuchar porque podíamos afirmar que eran como una propuesta de tesis de grado que se exponía y que ganaba los aplausos de ambos bandos de quienes fungían como oradores en una eficacia sin límites.

Se van a cumplir 40 años de la apertura democrática en nuestro país y el avance en cultura democrática es un retroceso en lo que va los últimos 20 años. Hoy estamos asistiendo a una versión de la oposición política en cualquier escenario (Asamblea Legislativa, Concejos municipales y otros…), sin peso en sus argumentos, solo pretenden aniquilar al adversario, muchas de las veces, sin recursos políticos y jurídicos que sean irrefutables.

Recordamos esos pactos desesperados de los neoliberales que trataban de invalidar cualquier atisbo de partidos de izquierda. Conocíamos también de las lógicas de la derecha colonial, esos lobos que siguen tapados con piel de cordero, pero sus colmillos se ven donde sea y son inconfundibles.

Hoy la batalla parece tomar un giro distinto porque los verdaderos opositores que los teníamos bien identificados y estaban siempre ahí como la “mediocracia”, algunas ONGs, los medios de comunicación en poder de grupos empresariales, la Iglesia jerárquica y otros, los encuentra también en el propio oficialismo. Un fenómeno político que habrá que estudiarlo cuidadosamente.

¿Será tan cierto que ahora la oposición tiene como a sus componentes más acérrimos a los propios miembros del oficialismo pero desde otra trinchera?

Mi gran amigo y compañero entrañable en estas lides, Coco Manto, a propósito de lo que nos atinge hoy, me dejó esta notita que titulaba: “Oposición o deposición”, con algunas alusiones directas al respecto.

Decía Coco: “… Eso de usar el excremento como que hace hoy la oposición antichavista en Venezuela, me jala al recuerdo de un episodio mefítico ocurrido en mi pueblo en el siglo pasado, cuando el profesor Anacleto se echó un cuesco estruendoso y largo en plena misa.

Sí, pues. Anacleto se largó un pedo profanador en el profundo silencio de la grey durante la Consagración. El cura que estaba de espaldas y con las manos arriba se volteó furioso y lo que vio fue a los feligreses agitando las manos en sus narices como parabrisas de auto para despejar el mal olor.

Anacleto seguía arrodillado, bañado en la vergüenza y el rubor, máxime si era mentor. Algunos fieles empezaron a salirse del templo y los demás no decían ni chus ni mus por temor a que se los malinterprete por esos terminajos. Para mayor inri, el cura se bajó del altar y se metió en la sacristía dejando la misa a medio hacer, porque en su liturgia nada absolvía aquel pecado ventral, ninguna indulgencia para la flatulencia.

Pero esa misma tarde de domingo empezó la comidilla vecinal por el pedo de Anacleto. Entre burlas y veras, se hablaba del caso como asunto ajeno, como si todos estuvieran libres de culpa y pudieran arrojar la primera piedra.

Otros, más autocríticos, decían que uno controla la ingestión pero no la digestión y que por ser humanos todos estábamos expuestos a esos lapsus imponderables. Unos vecinos, tirados a periodistas, decían que Anacleto tenía derecho a su libre expresión y otros rebatían con que eso era “de expedición”.

Anacleto se fue del pueblo una noche porque lo insultaban en su puerta. Anocleto, le decían, Anaflato, pedigrés, pedogago, etc. Huyó.

Podría yo llenar esta página con las historias de entonces, pero que baste para reiterar mi protesta revolucionaria porque los escuálidos venezolanos manejan la caca como arma de guerra. Fecalizan la protesta mientras el imperialismo focaliza su objetivo final que es la apropiación del petróleo venezolano.

Y es probable que eso mismo este pasando en este monumento en el país, cuando no se mira claramente el horizonte político y andamos “fecalizando” nuestro objetivo en otros intereses, más para destruir que para avanzar.

Antes de irme dejen que les cuente que Anacleto volvió al pueblo veinte años después. No conocía a nadie y nadie lo reconocía por lo que se puso contento. Como el asesino que vuelve al lugar del crimen fue a misa y la oyó completita, no “a pedazos”, como aquella vez.

Dicen que en el atrio se acercó al cura y preguntó por el padre Buitrago. “Ah -le dijo aquel-, lo echó el pueblo hace muchos años porque cerró la parroquia por culpa de un pedante”. Y ante el espantado Anacleto ese cura agregó: La historia de este pueblo tiene dos tiempos: antes y después del pedo de Anacleto. ¿Quiere que le cuente?”.

Toda revolución, para ser verdadera, debe cambiar la estructura estatal y sus instituciones, con la clara conciencia del pueblo, y creo que en eso estamos, los próximos meses serán tan definitivos sino se trabaja consecuentemente con ella, no puede ser otra cosa que visibilizar a quienes verdaderamente apuestan por las transformaciones y no se detienen en los intereses del poder por el poder.

*Luis Camilo Romero, es comunicador boliviano, para América Latina y el Caribe

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