Las raíces del fascismo: una mirada desde la infancia y la psicología contemporánea

Las conductas fascistas no emergen de la nada ni son rasgos innatos. Se construyen en contextos sociales, políticos y psicológicos particulares, muchas veces como reacciones al miedo, la inseguridad o la pérdida de control. Comprender cómo y dónde nacen estas conductas es fundamental para prevenir su reproducción en nuevas generaciones.

Este artículo analiza el surgimiento del fascismo desde la psicología, con especial énfasis en el adoctrinamiento infantil y su relación con la violencia en contextos escolares actuales.

Las personas pueden desarrollar actitudes fascistas cuando se sienten amenazadas o impotentes. En tiempos de crisis económica, social o cultural, muchas buscan refugio en líderes autoritarios que prometen orden y soluciones simples. Estas actitudes se fortalecen en entornos donde la educación es autoritaria o carece de pensamiento crítico, existe una intensa necesidad de pertenencia a un grupo superior, se promueven discursos que legitiman la exclusión del ‘otro’, y los medios o líderes sociales difunden ideologías intolerantes.

Un ejemplo histórico extremo es el adoctrinamiento de niños en la Alemania nazi. Desde sus primeras etapas formativas, fueron entrenados para glorificar al líder, odiar al diferente y no cuestionar. Este proceso impidió el desarrollo de una conciencia moral autónoma y los convirtió en herramientas de un sistema totalitario.

En Bolivia, desde hace décadas, se observan camarillas escolares que ejercen supremacía sobre los más vulnerables, reproduciendo actitudes violentas, racistas y discriminatorias. Estos casos incluyen bullying brutal hacia niños con autismo o con rasgos y apellidos originarios. Persiste una cultura que tolera este tipo de conductas, así como el elitismo y la discriminación.

Otro ejemplo preocupante es el de la Unión Juvenil Cruceñista (UJC), cuyos miembros han mostrado actitudes que glorifican el fascismo, incluyendo saludos autoritarios y la deshumanización de campesinos afines al MAS.

Desde la psicología actual, se entiende que el adoctrinamiento infantil puede dejar secuelas profundas. Teorías como el aprendizaje social (Bandura), el autoritarismo (Adorno) y el manejo del terror (Greenberg, Pyszczynski y Solomon) explican cómo el miedo, la exposición a modelos violentos y la rigidez educativa pueden llevar al desarrollo de conductas autoritarias, discriminatorias o violentas.

Actualmente, muchos niños, adolescentes y jóvenes reproducen actitudes autoritarias y violentas derivadas del espacio escolar. La violencia, el bullying y el adoctrinamiento pueden tener efectos devastadores en el bienestar y desarrollo de quienes son más vulnerables a estos fenómenos. La exclusión y la falta de acceso a una educación inclusiva agravan esta situación.

Para combatir el fascismo desde el ámbito educativo, es esencial promover la inclusión, la empatía y el pensamiento crítico. Algunas estrategias clave incluyen:

  • Educación en valores: Fomentar la tolerancia, la empatía y la inclusión.
  • Pensamiento crítico: Estimular el análisis y la reflexión en los estudiantes para que evalúen la información de forma autónoma.
  • Inclusión y diversidad: Crear entornos seguros y acogedores para todos.
  • Resolución de conflictos: Enseñar herramientas para resolver conflictos de forma pacífica y constructiva.
  • Participación estudiantil: Involucrar a los estudiantes en la toma de decisiones escolares.

El fascismo tiene raíces profundas en la psicología humana y se alimenta de la inseguridad, el miedo y la exclusión. La educación y la inclusión son esenciales para prevenir su reproducción en nuevas generaciones.

Es crucial que las escuelas y comunidades fomenten la aceptación de todos los niños, independientemente de su origen o condición, y que trabajen por entornos seguros y acogedores. Solo a través de la comprensión y la empatía podemos construir una sociedad más justa y equitativa para todos.

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