Un gobierno farisaico
Casi al mismo nivel del tiempo de Jesús encontramos la existencia de nuevos fariseos en la vida política de nuestro país. Y es que ¿cómo se explica la actitud de un gobierno que llega, exigiendo que se reponga el crucifijo y la Biblia en los juramentos oficiales?
¿Se está afirmando entonces que nunca estuvieron y que los gobiernos anteriores los archivó como objetos inservibles?
¿O se les olvido que desde 2009 el Estado con la nueva Constitución señala que vivimos en un Estado laico?, como consecuencia: “El Estado respeta y garantiza la libertad de religión y de creencias espirituales, de acuerdo con sus cosmovisiones. El Estado es independiente de la religión” así lo establece la Constitución vigente.
Con la actitud farisaica de reponer la Biblia y el crucifijo como símbolos para los juramentos, las nuevas autoridades violan la Constitución. Lo que es peor, ultrajan las distintas creencias ajenas a la religión católica que, con la vieja Carta Magna, tenía preponderancia al constituirse en “religión oficial”.
Entonces ¿Dónde quedó lo que se efectuaba en cada aniversario cívico departamental con las ceremonias interreligiosas, era puro show? Si ahí también se leía la Biblia, se utilizaban símbolos como la cruz y otros ¿Dónde queda la pluralidad religiosa de un Estado Laico?
¿Acaso los cristianos, los mormones o los adventistas u otros no quisieran que, en el juramento de las autoridades, sus símbolos sean los oficiales?
La religión católica luego de la muerte de Jesús, fue una religión clandestina, una religión del pueblo. La religión católica invadió nuestros territorios, físicos y simbólicos, para imponer una manera de ver el mundo, donde el europeo se ubicaba en la cúspide del poder.
Hoy esos mismos autonombrados “representantes de Dios” retoman el poder, bendicen la muerte, esto ocurrió en Bolivia en los fatídicos días de noviembre del 2019. En su afán de autoprotegerse la élite de esta iglesia de la muerte pretende influir en la conciencia humana, para negar los hechos.
Consecuentemente, bastaría una lectura rápida de los evangelios para juzgar a estos fariseos que se han adueñado de una propuesta de vida (la religión) nacida de la subversión contra los poderosos.
Como toda obra humana la religión, como deformación del poder terrenal, tiene sus propios detractores, desde adentro, Camilo Torres en Colombia, Oscar Arnulfo Romero en El Salvador, Leónidas Proaño en Ecuador, Enrique Angelelli, en la Argentina, Luis Espinal en Bolivia y cientos de religiosos y religiosas que dieron su vida, siguiendo el ejemplo de Jesús.
Pero están los otros, los que han hecho de la religión una empresa, un comercio, esos que desde sus púlpitos dominicales, protegen la muerte y destilan odio, defienden la muerte y protegen a los asesinos, esos “sepulcros blanqueados”, raza de víboras, esos hipócritas, racistas como su maestro Vicente Valverde, que condenó a muerte al Inca Atahuallpa.
Somos pueblos con un alto sentido espiritual, San Francisco de Asís hubiera sentido gozo de conocer una civilización que conversaba con la madre naturaleza, con la Pachamama, pero los que hoy defienden a los ricos a los poderosos, ni se acuerdan de este nombre.
Por tanto, no se trata de una casual reposición porque se le ocurrió a una futura autoridad de gobierno imitando a los golpistas de 2019, sino de una peligrosa señal de desmontaje del Estado Plurinacional con apoyo de los medios y de las redes, una vuelta al pasado luego de años de lucha por la emancipación popular e indígena.
Lo peor de ese momento son los gestos hipócritas de los que a nombre de Dios, señalan que poner la cruz y la Biblia los santifica, los hace impolutos, cuando sus conductas las conocemos, cuando le roban al pobre, lo discriminan y lo odian, esas acciones van contra el evangelio de Jesús que nos enseñó a “gastar la vida” por los demás.
Ya quedaron desplazados los símbolos indígenas de la marca del nuevo gobierno. Su reivindicación va más allá. Carga un espíritu racista. El 2019, con la Biblia y el crucifijo, las señales resultaron también actitudes farisaicas, nada comprometedoras con la palabra del carpintero de Nazareth.
Frente a esta iglesia de la muerte, de los nuevos fariseos, debemos tener fresca la memoria de Luis Espinal, representante de otra iglesia, de la iglesia de los pobres y de los pueblos originarios. Renovar nuestra fe debe hacerse releyendo sus “Oraciones a Quemarropa”, testimonio de vida de un verdadero cristiano, y dejar vacíos los templos de la muerte, volver a las calles, construir comunidad, una verdadera iglesia de la solidaridad y de la justicia.
*Luis Camilo Romero, es comunicador boliviano para América Latina y el Caribe





