El horizonte es irrenunciable

La cohesión ideológica, política y orgánica que emergió de la movilización no se agotó en la demanda, sino que trascendió a la interpelación del viejo Estado Republicano Colonial (ERC), esa interpelación significó la construcción de un horizonte alternativo anticolonial y anticapitalista.

Nuestro proceso tiene sus orígenes en la descolonización ideológica y cultural del movimiento campesino originario como sujeto político, interpelación contrahegemónica al ERC, a sus sistemas de valores, creencias y lógicas de poder, de la resistencia y la rebelión a la revolución democrática organizada, articulada sindical, cultural, territorial y políticamente ha superado las reformas liberal-democráticas y se ha instalado el horizonte estatal plurinacional, que cuestiona la modernidad capitalista colonial, como bien expresa Enrique Dussel.

La descolonización no es una palabra o fórmula, es un proceso complejo, contradictorio, conflictivo, donde las subjetividades de los actores están condicionadas al medio que nos desenvolvemos. Los contravalores coloniales exacerbados por los códigos de las derechas se presentan como “sentido común”, que impregnan nuestra cotidianidad y subjetividad para obligarnos a razonar bajo la lógica del opresor colonial: por un lado están sus expositores instituidos durante siglos, y por otro, los colonizados —algunos— con rostro plurinacional para enarbolar las banderas del opresor como suyas, para presentarnos a lo nacional popular como retrógradas, bestias, es decir, hacen del racismo, la discriminación, lo subliminal por la forma de presentación y de los medios que disponen.

Ante su derrota, nuestros enemigos tienen una estrategia que no está diseñada para presentar un modelo de vida diferente a nuestros pueblos, sino para recuperar sus estatus de poder, de privilegio y de vida e impedir que nuestro horizonte civilizatorio del “vivir bien” avance.

En nuestra región la presencia de gobiernos de izquierda y progresistas que no son serviles a los intereses imperialistas, son destituidos por métodos parlamentarios- militares, e incluso judiciales, el lawfare, y a los que no se pueden derrocar como Cuba, Venezuela y Nicaragua, les imponen sanciones y bloqueos criminales.

La desestabilización, el derrocamiento y las fracturas de los bloques populares que lideran gobiernos es la estrategia constante del enemigo eterno de Nuestra América, por ello nuestros líderes que se templaron desde la lucha sindical y gubernamental están más allá de un tiempo electoral y su obligación inexcusable esté en ver el presente con una mirada más allá de la coyuntura; es el horizonte nuestro norte.

Por ello, escuchar que algunos reducen el hecho histórico fundacional a una frase: “Ya tuvieron su tiempo en estos 14 años”, es una mirada reaccionaria, y por otro, considerar que nuestro gobierno es de transición y administrador del Estado, es una posición política utilitaria a la derecha. El presente no se explica sin la Constituyente y la nacionalización y este horizonte no se vislumbra sin la actual gestión, es decir somos el bloque plurinacional, social, popular y estatal que trascendemos más allá de las opiniones de alfiles y peones que quieren usurpar el lugar que no les está asignado por las luchas anticoloniales.

Es el tiempo de rediseñar la arquitectura política decisional del proceso, hacer de la complementariedad la praxis sustantiva de la crítica, autocrítica, análisis y decisión de los actores que tienen el peso histórico de su obligación.

Las visiones aisladas no son razones colectivas, es la forma de ver un hecho individualmente, en sí mismo legítimo, pero si esa razón intenta imponerse como verdad excluye el sentido de lo colectivo, el desafío está en darle sentido e institucionalidad al momento y tiempo donde las visiones constituyan los horizontes como razones colectivas del proceso.

Esta necesaria e ineludible complementariedad institucionalizada no emergerá de los buenos deseos, sino de la decisión obligatoria de los líderes: Evo, Lucho, David, del MAS, del Pacto de Unidad al que tiene que involucrarse la COB para autoimponerse la responsabilidad insoslayable de la dirección.

El capitalismo colonialista que dirigió nuestras vidas durante siglos apuesta en esta coyuntura no a construir un liderazgo de derecha, sino a fragmentar, dividir irremediablemente al bloque que lidera este proceso, en nuestra ruptura está su fuerza.

Nuestros liderazgos tuvieron la capacidad de vencer democráticamente a la derecha en varios momentos adversos, de resistir al golpe y vencerlo, de recuperar la democracia y el gobierno, de estabilizar el país y devolverle la esperanza al pueblo, ahora tienen que autoasignarse su responsabilidad con el proceso, porque el presente puede constituirse en pasado si no lo preservamos como horizonte.

César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda.

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