El MAS

La intensidad de la política y su trascendencia no está en la descripción mecánica de los hechos, ni en la enumeración de lo que sucedió o pudo suceder, sino en la implicancia de los hechos para el tiempo presente, ahí radica el sentido de su valor.

Los dirigentes campesinos de finales de los 80 y comienzos de los 90, en el tiempo hegemónico del neoliberalismo y el “fin de la historia”, decidieron superar la autoflagelación de la crisis del gobierno de la UDP y del movimiento obrero, se autoimpusieron la responsabilidad de superar sus fragmentaciones políticas al interior del movimiento sindical campesino; articulación y combinación de lucha sindical y electoral subordinada a la lógica orgánica de las decisiones, acciones, representó el triunfo democrático de la organización sindical, el dato no solo es el triunfo electoral municipal y de parlamentarios uninominales, sino el empoderamiento orgánico democrático en sus territorios.

La tesis central del instrumento político de “votar por nosotros” y “ahora es cuando” trasformó el sistema político por la vía de la democracia representativa; no es la consigna, sino asumir como suya la lucha democrática sin delegación de representación como sucedió en la revolución de 1952.

La demanda de Asamblea Constituyente no era una propuesta electoral, sino una interpelación a la élite política que tenía la facultad exclusiva y privativa desde 1825 de “reformar” la CPE en función de la lógica de poder y los intereses de quienes lo detentaban. La forma como se eligió a los constituyentes, el debate interno, la movilización y el enfrentamiento incluso entre regiones, el boicot de la “media luna”, la movilización indígena obrero y popular (Conalcam) para la convocatoria al referéndum para la aprobación democrática de la nueva CPE, abrió un nuevo ciclo, sin que aún no se hayan superado las viejas taras coloniales y raciales del republicanismo colonial y capitalista.

La resistencia a la desnacionalización y privatización por el movimiento obrero fue derrotada por la violencia estatal por los sucesivos estados de sitio, la nueva racionalidad era el neoliberalismo, ese paradigma que envolvía la soberbia de los Paz Estenssoro, Paz Zamora, Goni, Tuto, Mesa, Doria Medina, de la cruceñidad oligárquica, fue derrotado por la heroica movilización liderada por las juntas vecinales de El Alto que clausuró la venta de gas a los EEUU por puertos chilenos y reinauguró la era de las nacionalizaciones.

La plurinacionalidad, la democracia, el modelo económico-productivo y de redistribución de la riqueza, la nueva clase dirigente, es la expresión de lo nacional popular, es la arquitectura política de este tiempo, que no está exenta de sus contradicciones, conflictos, disputas, posibles rupturas del bloque indígena popular.

En este tiempo insurreccional, la politización plebeya implica también la conmemoración de los 28 años de fundación del instrumento político que desde las elecciones municipales de 1999 es el MAS, legal y estadísticamente es el partido que llegó al gobierno por triunfos electorales y no por acuerdos partidarios, legítimamente es la manifestación democrática del soberano y se ha constituido en el eje de la estabilidad democrática nacional, departamental y municipal, porque es la única organización política que está presente en todos los escenarios electivos.

La política, en el sentido amplio, después del golpe de Estado, restituyó al soberano como factor insustituible de la democracia, es decir, ya no se puede utilizar la democracia como eslogan discursivo para atentar contra la democracia, el sujeto que restituyó este valor sustantivo es el bloque indígena popular expresado democráticamente en el MAS.

El instrumento político, al festejar el 28 aniversario, asiste a su tercer momento político decisivo: el primero, entre su fundación, el ascenso al gobierno y la Constituyente; el segundo, la fase de la construcción del Estado Plurinacional; el tercero, el que vivimos luego de que recuperamos el gobierno y la democracia, con desafíos emergentes de la reconstitución del núcleo y liderazgo hegemónico interno.

La tensión, el conflicto, la crisis, las disputas en sí mismo sintetizan que asistimos a reconfiguraciones en la forma de articulación entre lo estatal, lo político partidario, lo sindical orgánico y lo territorial que no surgirá de fórmulas de los iluminados, sino de la compleja y contradictoria cotidianidad política, ideológica, cultural.

Nos quieren imponer una conciencia de culpabilidad por nuestras disputas, renegar de nuestras transformaciones, renunciar a nuestro horizonte, abandonar al líder indígena anticolonial, debilitar al Gobierno, desvalorar al instrumento y las organizaciones para frustrar a esta generación, la utopía y cabalgar sobre nuestra derrota.

Parafraseando a Benedetti, no hay que tener vergüenza de haber sido; y para no sentir el dolor de ya no ser, lo mejor es seguir siendo anticolonial, socialista y del MAS.

César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda.

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