Mirar el bosque para cuidar el árbol

Palestina, es el ejemplo más dramático de la indolencia mundial respecto al genocidio, la propaganda de un marcado individualismo y la muerte de lo común y colectivo, nos ha convertido en los productos mejor acabados de la robótica.

El obrar imperial ha logrado enajenar, ya no la fuerza de trabajo, sino la conciencia de la existencia, los marxismos ortodoxos nunca dieron importancia a la subjetividad, no calzaba con la raíz materialista de su contenido filosófico; hoy estamos pagando las consecuencias de esa falta de comprensión de la compleja construcción del ser humano; “la religión es el opio de los pueblos” se repite hasta el cansancio, cuando es uno de los motores que materializan las acciones, Israel “el pueblo elegido por dios” es el mejor ejemplo; en el caso de Bolivia la biblia tratando de enterrar la espiritualidad de los pueblos originarios.

La globalización no ha muerto, está más viva que nunca, sino miremos el pedido de un gobernante sudamericano para ser parte de la OTAN, hemos reducido la globalización solamente a las relaciones económicas, cuando la verdadera batalla era no permitir el ingreso a las subjetividades colectivas e individuales, entonces son tiempos de revisar nuestras prácticas derivadas de concepciones estanco que no permiten comprender las continuidades históricas de los procesos sociales.

Seguir pensando en la dicotomía Idealismo-materialismo, es ya un anacronismo, está suficientemente demostrado que es la complementariedad (ese valor andino) del mundo material y espiritual el escenario de la reproducción de la vida.

Los grandes objetivos imperialista (de acumulación de riqueza en pocas manos) se presenta hoy como el ideal del ser humano, que “prospera por su relación con el señor”, el capitalismo es, entonces “agradable a los ojos del señor” ¿Qué batalla ha sido ganada contra esta estrategia de poder global? ¿Cómo enfrentar a este enemigo invisible? En esta batalla se diluye la exclusiva apuesta de “la clase” como el motor de la historia. La revolución significa romper los paradigmas de las viejas estructuras junto con sus basamentos teóricos, esa es la dimensión de las batallas actuales, no se puede ser revolucionario en el siglo XXI con las armas del siglo XIX.

Negar el desarrollo de las ciencias biológicas y sociales, que explican mejor las actitudes humanas, es un error, porque no es solamente la economía la que determina un posicionamiento ideológico, veamos la experiencia boliviana que construyó por un corto periodo un “Estado de bienestar” que no pudo frenar el golpe de Estado del año 2019.

El Che decía que es permitido cometer errores cuando se edifica una revolución, lo que no está permitido es a repetir esos errores; lamentablemente en Bolivia seguimos repitiendo los errores del pasado, seguimos enfrascados en las pequeñas coyunturas, sin observar la mole estructural que nos agobia, la disyuntiva no es la elección de liderazgos o personajes, la disyuntiva es: Estado Plurinacional o República liberal.

Evo Morales tuvo la virtud de hacernos pensar en grande y salir de nuestra mentalidad de alasitas, profundizar el proceso, retomar el Vivir Bien son los elementos de ese pensamiento “en grande”, es ese pensamiento revolucionario que debe guiar las acciones de la coyuntura. Lamentablemente el mismo Evo Morales ha retornado a esa mentalidad de “alasitas” que caracterizó el sistema político boliviano.

No tenemos ninguna señal que Evo Morales está decidido a rectificar los errores cometidos, por el contrario, mantiene el perfil de un clásico dirigente político de la “partidocracia” que combatió y derrotó. En la otra vereda, el gobierno se ahoga en las viejas prácticas de negar hechos concretos como la crisis económica, social y de credibilidad, que expresa el pueblo.

El tupido bosque donde se implementa el proyecto imperial empeñada en imponer su hegemonía, debe ser desentrañado para darnos cuenta que la semilla del árbol plantado en terreno fértil de Bolivia, siga su curso natural de crecimiento, los intentos hasta ahora exitosos de olvidarnos del árbol y pelear por la paternidad de la semilla, está disminuyendo la potencia acumulada en el seno de la masa, como diría Zavaleta y los culpables de esta especie de muerte anunciada seremos todos los que permitimos que se hipoteque nuestra energía en las manos de quienes han demostrado sus limitaciones y pese a esa evidencia, seguimos alimentando el odio personal, alejados de una serena reflexión acerca de la relación entre el árbol y el bosque.

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