La sonrisa del desmantelamiento
¿Qué hacer cuando la derecha viene a desmantelar, con sonrisas diplomáticas, las conquistas del Estado Plurinacional?
No han pasado ni 24 horas desde la elección de Rodrigo Paz como presidente de Bolivia, con el voto decisivo del evismo, y ya se despliega el guion previsible: el anuncio del “fortalecimiento” de las relaciones con Estados Unidos, la llamada de felicitación de María Corina Machado —una operadora directa del proyecto de injerencia imperial— y la celebración de los medios que siempre aplauden el sometimiento. Todo estaba escrito. El guion avanza con la frialdad de una estrategia planificada.
Hoy le toca a Bolivia. Mañana, Paz condenará a Cuba, Nicaragua, Venezuela y seguro también a Colombia, siguiendo las órdenes del Departamento de Estado. Pasado mañana, cualquier gobierno que no se pliegue será señalado como “dictadura”. La derecha no distingue matices: para ella, toda izquierda es un enemigo a destruir. No hay negociación posible con quien busca desmontar la soberanía de los pueblos.
Frente a esto, la respuesta no puede ser defensiva ni vergonzante. No se combate una ofensiva mediática global con timidez ni con llamados a la reconciliación abstracta. Hay que pasar al contraataque con claridad y sin complejos. Cada vez que nos hablen de “democracia”, debemos recordar los golpes de Estado, los bloqueos criminales, los intentos de magnicidio y las guerras inventadas en nombre de la “libertad”. La historia es nuestra mejor arma, porque en ella están los nombres, los hechos y las heridas que nunca deben repetirse.
Cuando acusen a Venezuela o a Cuba, devolvamos la pregunta: ¿es democrático un país que invade naciones, financia golpes y mantiene bloqueos genocidas? ¿Dónde está la democracia cuando la piel o el apellido son motivo de persecución y deportación? No hay lección moral que recibir de quienes han hecho del saqueo y la violencia su política exterior.
La izquierda boliviana debe cerrar filas en torno a una estrategia comunicacional y política unificada. No se trata de uniformar el pensamiento, sino de entender que estamos ante una guerra asimétrica donde el relato es un campo de batalla. “Reventarles”, en este contexto, significa disputar el sentido común, desmontar la mentira y reivindicar la soberanía como principio irrenunciable.
El mal menor no sirve. Si algo debe despertar esta nueva ofensiva retrógrada, es la conciencia de que la ingenuidad es un lujo que los pueblos no pueden permitirse. Solo la unidad combativa, la memoria histórica y la claridad ideológica se podrá enfrentar lo que viene.
Porque el futuro no pertenece a quienes sonríen mientras entregan la patria, sino a quienes la defienden con dignidad, verdad y coraje.





