Ch’enko

Vivimos momentos de la vida inexplicables, nadie sabe a dónde vamos, el develamiento de esta crisis se da en momentos de una renovación del poder ejecutivo y legislativo.

La realización de las elecciones está presidida por el Tribunal Supremo Electoral (TSE) que ha doblado la cabeza ante la injerencia de otros poderes en su labor: acortamiento de mandato de una vocal de ese cuerpo colectivo y disposiciones electorales dictadas por el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP), que parcializó las elecciones judiciales y reconoció a la directiva de un partido, sin comprobar la probidad de sus miembros.

Pero la incertidumbre también surge por la presencia de actores políticos, que se llaman partidos, sin que sean —como dicen las normas— agrupaciones con identidades ideológicas y políticas, cuyos directivos y candidatos resulten de procesos democráticos internos. Al contrario, la meta de participar en las elecciones les llevó a romper toda lógica y conducta ética, desde el momento que se acordó suprimir las elecciones primarias, con venia del TSE, para entrar en una carrera del todo vale.

Por su lado la “sociedad civil” ha perdido su expresión desde la ciudadanía. La Central Obrera Boliviana, otrora vigilante de la democracia política y ejemplo de ello en su práctica, ha sido cooptada por agentes del poder y sin sonrojarse rechazan lo que claman las bases, la democracia. El movimiento campesino ha sido dividido y una fracción es la punta de lanza del prorroguismo; el movimiento universitario, con una artrosis por falta del debate político, medra de las migajas que deja la burocracia académica. Las comunidades eclesiales de base, silenciadas dentro de la iglesia católica y la jerarquía, conspiran con los que niegan la voz a los oprimidos y depredan la naturaleza. La prensa, ajena a su función de informar, orientar y proponer alternativas por el bien nacional, se ha convertido en portavoz de los que ostentan el poder económico.

La desinstitucionalización es una realidad. Nadie cree en la justicia, aunque clamen que se juzgue; las fuerzas del orden, policía y fuerzas armadas, sometidas al poder político y las leyes del mercado; la contraloría, procuraduría y fiscalía se han convertido en vigilantes de los intereses del poder, dejando desamparada a la ciudadanía; el parlamento, coartado en su función fiscalizadora, ha reducido su quehacer al arte decorativo.

Los agentes económicos buscan mayores réditos: la empresa privada, ligada al mercado internacional, saquea la tierra y nuestros recursos naturales, llevando la riqueza generada a paraísos fiscales; la empresa estatal se ha olvidado su rol productor y de eficiencia, para ser parte de la burocracia estatal; las cooperativas, despojadas de sus principios de solidaridad e igualdad, sirven de agentes de las comercializadoras extranjeras; la economía comunitaria simplemente no existe.

Si la política es la expresión concentrada de la economía, vivimos el reflejo de una ideología neoliberal que, a fuerza de la libertad del mercado y de aprovechar la oportunidad, trastoca todos los valores, para poner a la sociedad y sus instituciones en función del crecimiento de su riqueza; olvida y niega la necesidad de una visión de nación, de construir un país —plurinacional—, una comunidad y un ser social. El individualismo es su entorno, no importan las guerras, el hambre, la pobreza, la esclavitud del trabajo, como si estas calamidades vinieran de maldición divina. En vez de reclamar la justicia, sólo buscan la riqueza.

La vida nos ha enseñado que después de la tormenta viene la calma y brilla el sol. Después de las dictaduras soñamos con la democracia, pero nuestras ilusiones se enterraron con el neoliberalismo; veinte años de resistencia trajeron la esperanza de un nuevo Estado, del vivir bien; un golpe de Estado alborotó nuestra quimera. Cada despertar vino con su cuota de sacrificio. Sin duda, saldremos de este ch’enko, ojalá no olvidemos que lo central es disponer del excedente económico para el bien de la nación y del pueblo boliviano y no de unos cuantos.

(*) José Pimentel Castillo fue dirigente sindical minero

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