De “socialista” a socio listo

Ha contestado Jerjes Justiniano a mi nota referida a su camaleonismo pero, como siempre, para no responder nada. Me atribuye desconocimiento de una parte sustancial de la historia de la política boliviana, para inmediatamente lanzar dardos ponzoñosos contra la figura y la obra de Marcelo Quiroga Santa Cruz. Inútil faena. De Marcelo se acuerda el pueblo y es objeto de estudio y seguimiento no sólo de los muchos intelectuales honestos que abundan en nuestra América. Del que se autoproclamaba socialista, casi nadie…

Señala que “Marcelo Quiroga Santa Cruz fue un divisionistas de izquierda (sic!)…”, para, a continuación, tergiversar la historia y mostrar una faceta del líder socialista que no corresponde a su trayectoria: “Lo patriótico y lo responsable era estrechar filas en torno a la UDP sin embargo Marcelo no lo hizo, aunque primero le pidió al Dr. Hernán Siles Zuazo ser él el candidato…”. Con esta versión, Marcelo pasa a ser un politiquero de la misma calaña del autor del brulote; un simple interesado en ser candidato a como dé lugar, a negociar y negociarse sin más ni más.

Por suerte para la historia, Marcelo fue un hombre extremadamente cuidadoso en todas y cada una de sus actuaciones. Cuando inició el juicio de responsabilidades a Hugo Banzer, en una memorable intervención en el Parlamento, cuya grabación todavía es posible encontrar, no falseo ni un solo dato. Todas y cada una de las acusaciones que cayeron sobre el dictador, fueron sustentadas por pruebas irrefutables. Su honestidad intelectual no le permitía actuar de otra forma.

Este antecedente explica también su conducta política. En aquellos momentos del retorno a la democracia, Marcelo tuvo una postura clara, pública, sin dobleces. La izquierda estaba efectivamente dividida por enfoques diferentes en torno a esa coyuntura. Existían tres referentes; el citado por Jerjes Justiniano pero, además, el Frente Revolucionario de Izquierda –antes de la vergonzosa entrega de esa sigla por parte de Oscar “Motete” Zamora al patrimonio del MNR de Víctor Paz Estenssoro– y el propio Partido Socialista Uno. En esas circunstancias, hubo quienes, con total miopía política, gritaron unidad a como dé lugar. Idea nada nueva; por el contrario, la propuesta de la unidad por la unidad renace cada vez que los oportunistas desean ocupar un espacio. Marcelo, por el contrario, planteó conformar un Frente de Frentes; es decir, unir a toda la izquierda. ¿Bajo su liderazgo? Ni siquiera lo insinuó. Lo dijo públicamente: unidad en torno a un programa revolucionario.

No sólo lo sostuvo en una de sus tantas y apasionadas exposiciones orales; lo sustentó por escrito en el periódico Mañana el Pueblo, vocero oficial del Partido Socialista Uno. Allí, en las escasas ediciones que salieron hasta su asesinato, dejó sentada su línea política, con propuestas concretas para transformar al país bajo un claro accionar antiimperialista y de soberanía nacional. Esas propuestas fueron acompañadas por interpelaciones a los dirigentes de aquella izquierda, sin respuestas claras. No encontrará el zahorí lector en ese periódico una sola palabra de lisonja hacia individuos; no leerá que el candidato fulano tiene una sonrisa así o asá; de ello, si pueden ocuparse los mediocres, los que no tienen ideas propias, los que jamás propusieron el cambio revolucionario porque estaban y están preocupados por sus propias “unidades” sin principios. Y jamás de los jamases, como calumnia Jerjes, Marcelo exigió como condición ser él el candidato.

El resto de la historia también es conocido. Ganó la fórmula conciliatoria. La UDP llegó al gobierno y en menos de un año quedó destruida, postergando por un tiempo las aspiraciones populares de gestar un gobierno de verdad, un gobierno de transformaciones. Efectivamente, de ese parlamento formó parte Jerjes. Reitero, de su actuación en ese escenario, nadie se acuerda; pero toda la militancia honesta de la izquierda boliviana y continental, tiene en Marcelo un referente teórico, político y revolucionario.

Punto final de la polémica con los camachistas.

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