Tragedia y migración

La tragedia de Sacaba (muerte de una niña quemada y su hermano en terapia intensiva por la misma razón) ha sido explotada, como siempre, por los medios de comunicación, en especial la televisión, que en su acostumbrado “estilo” no respeto el dolor de la familia y los micrófonos de los “noteros” presionaban sobre los rostros llorosos de los familiares para conocer “detalles”.

Ya conocemos el “estilo” del periodismo amarillo que manipula la subjetividad morbosa que tenemos los seres humanos (unos con capacidad de control y otros totalmente descontrolados) y sacar réditos de esta práctica de consumo. Este periodismo amarillo no contextualiza los hechos, por ejemplo, en este caso se trataba de una familia separada y la madre, que se quedó a cargo de los niños, tuvo que migrar a otro país, como millones de bolivianos y bolivianas, para lograr ingresos económicos, dejando a los hijos al cuidado de familiares.

La migración es una salida económica para millones de familias que, desde principios del siglo XX, han tomado este camino, para algunos sin retorno. Argentina, Chile, Brasil, Estados Unidos y Europa son los destinos de la migración boliviana.

La migración es un fenómeno que tiene doble origen, una de expulsión y otra de atracción, por ejemplo; en la década de los años 60 – 70 -80, la migración, especialmente rural, fue un fenómeno de expulsión debido a la situación crítica de la economía campesina por falta de apoyo y por efectos climáticos como la sequía.

La migración no es un fenómeno nuevo en los andes, se conoce que fue una estrategia de poblamiento del territorio del Tawantinsuyo denominado “mitimae” que en términos actuales sería una migración permanente y planificada de núcleos familiares. De igual manera existía lo que podemos llamar migración temporal, que se realizaba para el intercambio de productos, como la sal, el maíz, chuño, papa, etc, estas migraciones temporales recorrían desde territorios del altiplano hacia los valles y el oriente. Esta práctica, denominada por J. Murra como el “control vertical de un máximo de pisos ecológicos” permitió que no existiera el hambre, que exista una especie de medicina preventiva, sobre la base de una dieta adecuada y el conocimiento de la erbolaria permitió un control de las enfermedades; todo este sistema económico-social fue destruido con la invasión europea y el posterior desarrollo del capitalismo. En la lógica del capitalismo el campesino era visto como el ejercito de reserva de la mano de obra, pero debido al poco desarrollo industrial el sistema feudal de propiedad de la tierra definió otros roles para la gran masa de quechuas y aymaras.

El capitalismo con su economía de mercado y las llamadas ventajas comparativas, es responsable de la expulsión y atracción de los pueblos denominados “en desarrollo” Paraguay, Perú, Bolivia, en el cono sur son los países que más población expulsaron. A nivel mundial se ha superado la cifra de 200 millones de personas migrantes, no debemos olvidar que migrar es un derecho humano.

La migración siempre tiene un fantasma: el racismo, en el caso argentino existe un caso emblemático de una boliviana que fue arrojada a las líneas de un tren, otra tragedia tiene que ver con un incendio, con muerte en un taller de textiles, por otra parte, la mano de obra boliviana de hombres y mujeres es muy apreciada.

En este contexto de un capitalismo salvaje y una migración a nivel planetario, es que muchas mujeres bolivianas migran a distintos países para dar seguridad económica a su familia, pero con un peligro latente de ser víctimas de maltrato, acoso o como en el municipio de Sacaba, la muerte.

Antonio Abal O.

Mgs. en Migraciones Internacionales UBA

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