Un Estado miedoso

Caminar por las calles paceñas y reparar vallas metálicas, que rodean la plaza Murillo, policías en las puertas de Ministerios y oficinas públicas, la Alcaldía con una sola puerta de ingreso controlada, y numerosas movilidades con placas oficiales con vidrios raybanizados son los claros símbolos de protección ¿de qué? ¿Es un miedo a la plebe, que ha demostrado su rebeldía, frente a los gobiernos, principalmente neoliberales?

Lo cierto es que esa demostración de protegerse, es mensajero del miedo que tiene el Estado expresado en sus instituciones, el temor de las autoridades de encarar al pueblo que siempre ha demandado atención, vigencia de derechos y conquistas, junto a la defensa de nuestros recursos naturales.

Así los Ministerios se han constituido en fortines, en castillos de reyezuelos que disponen de lo público como un patrimonio personal, amparados en la impunidad, que es la garantía para el ejercicio del despotismo como ejercicio del gobierno y en estos castillos, en los pasillos, se suceden los actos de poder sobre el manejo económico, acerca del reparto de ganancias mal habidas, de seducciones y extorsiones a los cuerpos, especialmente de mujeres, tal como en los viejos castillos señoriales y sus cortesanas, adivinos y consejeros.

El Estado se desmorona en la medida que sus instituciones se convierten en engranajes de una maquinaria cuya única función es la producción de nuevos ricos, de acumular capitales, sin importar que el pueblo esté demandando soluciones a los problemas creados por el propio Estado. Las venas conectoras de estos engranajes son múltiples pero todas son conductoras de la corrupción, verificada y vivida todos los días por los ciudadanos que obligados han naturalizado la “aceiteada” los “quinciños” el “timbre de agilización de trámites” el “ser vivo”, en síntesis, el sentido común de los y las bolivianas acepta de manera pasiva (en los últimos años) esta forma de “gobierno” y sus derivas de impunidad y falta de justicia.

¿Qué pasó con el coraje del pueblo? Ya sabemos que el proletariado minero, la vanguardia de las reivindicaciones sociales políticas y económicas, fue enterrada con el Decreto Supremo 21060 en el primer gobierno neoliberal (1985) a partir de este hecho la Central Obrera Boliviana (COB) perdió la brújula que guiaba al conjunto del movimiento popular en Bolivia, por eso las batallas libradas por el pueblo fueron guiadas por organizaciones locales como fueron los episodios de la “guerra del agua” y la “guerra del gas”. O los “autoconvocados” que dieron batalla y resistencia al último golpe de Estado.

En tono de autocrítica podemos señalar que el periodo del “proceso de cambio” no se ocupó de fortalecer a los “nuevos actores” que acumularon la fuerza motriz para el triunfo del MAS-IPSP, no se profundizó el contenido político ideológico del proceso y la necesidad de crear una subjetividad militante y argumentada del proceso mismo, podemos decir que se trabajó en la epidermis del Estado, sin afectar su estructura, que por supuesto precisa de una gran fuerza de empuje, para desmontar ladrillo por ladrillo un Estado colonial que se mantiene y fue mantenido y reproducido por los mismos mecanismos estatales.

Los tímidos pasos respecto a las medidas necesarias para superar las reformas y caminar el sendero de la revolución, fueron los inicios de ese temor que hoy rodea al Estado. El “Estado aparente” se impuso y el “Estado Plurinacional” está siendo zarandeado y amenazado con la muerte, son pocas las voces que proclaman una defensa de esta posibilidad de construcción de Estado y sociedad diferente, Plurinacional e intercultural, son voces que tienen en frente al neoliberalismo como gobierno y su programa de reformas ya conocidas. Para este propósito es necesario mantener el miedo, es necesario mantener los símbolos de la fuerza coercitiva que permite imponer los “paquetazos” encima de las espaldas del pueblo, un pueblo que por lo pronto no encuentra el piso para seguir caminando por tierra, territorio, pan y libertad. y libertad.

Antonio Abal O.

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