Coco Manto, el periodismo que extrañaremos

Se nos fue un grande del periodismo. Como sacado de la estirpe de muy pocos plenamente convencidos que su labor periodística, es única y preferentemente para el pueblo, como decía Lucho Espinal.

Pero ese periodismo de vanguardia que nos dejó Coco Manto, fue también para un tiempo necesario y emergente, porque Coco reveló con su propia pluma, su talento y su gran habilidad el humor político, notas de coyuntura nacional que nos permitían recobrar interesantes episodios referidos a periodistas de aquí y de allá.

Coco nos decía acerca de los columnistas que mayormente abundan en medios de prensa privados, tan conocidos que los tenemos hastiados como son Pagina Siete, El Deber, El Diario, Los Tiempos, el Día y el Mundo entre los más ácidos de esa prensa nacional, que archivó la ética y la moral en tiempos donde la emergencia política clamaba por verdad y dignidad.

El propio Coco afirmaba que todos estos huelen a Joseph Goebbels en lo que dicen o escriben. “Calumnia, calumnia, que algo queda”, pedía el capo de propaganda de Hitler a sus cafichos mediáticos. Los amanuenses de hoy se refocilan: ¡columna, columna, que algo quedará!

Además, señalaba que “son los que estercolean en el periodismo con la nauseabunda amarillez, por ejemplo, en diarios, radios y Tv arman culebrones compasivos e hipócritas con personas con discapacidad o con guaguas ficticias, víctimas en tiempo real de la trata: que el niño muerto del Tipnis, que el niño vivo del Evo, que el niño alquilado por una Fortún… a (sic)”.

Enfatizaba que la “libertad de prensa” por la cual aboga la derecha no es válida para medios de comunicación progresistas como las afamadas televisoras internacionales TeleSur y RussiaToday, entre otros, que poseen líneas editoriales objetivas y reportan de manera veraz acerca de los acontecimientos en el mundo.

Al igual que los diputadillos y los poderosos potentados medios, claman auxilio a la OEA y a la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), y lo primero que hace la SIP es “condenar profundamente” al Gobierno, “porque estigmatiza el libre ejercicio de la prensa”. ¿Pero qué es la SIP? Un parapeto de los dueños de diarios para destruir, desde la Guerra Fría, a los que luchan contra la dependencia y el neoliberalismo. Igual que hace hoy la OEA contra Venezuela.

La SIP es, en rigor, nos ha dicho Coco quien estuvo muy de cerca, cuando fungía aun como Embajador en México, “la sociedad imperial de los propietarios de periódicos privados (SIPPP), poderosos que pagan con papeles al portador a periodistas propensos a la prebenda pordiosera para pegar a presidentes progresistas que ponen de pie a pueblos patriotas. Punto”.

Nos recuerda a ese aforismo de hace años “a periodistas que disparan infundios pagados por la SIP son sipcarios. ¿Quejarse ante la SIP y la OEA? Lástima que no haya espacio para escribir de esa otra fámula imperialista en manos de Almagro, el magro”, escribía Coco Manto.

Si en nombre de la “libertad de prensa” la derecha y sus patrones de Washington hacen lo que les viene en gana, cabe entonces la interrogante de por qué los gobiernos progresistas de la Patria Grande no responden con medidas severas que incluyan, incluso, la nacionalización de los medios de prensa al servicio de los poderosos.

Existe un recurso que utilizan para alimentar su línea editorial en complicidad con esa estrategia de desgaste aplicado desde las oficinas del nuevo Plan Cóndor Neoliberal junto al grupo de los cuatro (Pagina siete, ANF, El Deber, ERBOL). Ahí los tenemos en el desfile de renombrados políticos del pasado que estuvieron cerca a Sánchez de Lozada: Francesco Zaratti, el alcalde pitita, Iván Arias, y los otros Andrés Gómez, Raúl Peñaranda, Guadalupe Cajías y el propio Carlos Mesa, vinculados al MNR, tan solo un ejemplo de quienes dicen expresar un periodismo con equilibrio y pluralidad.

Y culmina con una fuerte exhortación a los lectores de esa prensa: “Ay de la gente a merced de periodistas, sin importar género, que en Bolivia se ungen héroes y mártires de la libertad de expresión. Soberbias ellas, como la Estatua de la Libertad en Manhattan, esa vieja tea en alto y cabeza hueca. Petulantes ellos, a la par de Barrientos, el dictador tronante que insultaba a Marcelo y mentía. Yerro fundido, su monumento en Cochabamba”.

El sin fin de notas, artículos y notas de prensa, adheridos a sus bellísimas “Breverías” junto a su gran obra resumida en su “Mantología”, serán de extrañar, notas de opinión porque la pluma de Coco en un tiempo que no tenemos a Espinal, era la fuente de mayor inspiración para poner en su lugar al oprobio, la degradación y la infamia de columnistas, como los de ahora, Rafael Puente, Humberto Vacaflor, Jimena Costa, Carlos Valverde y los cientos opinadores sinsentido, que no dicen nada, mientras Coco con pasión y con el alma plenas, nos permitía recobrar la esperanza y la dignidad que hace un par de años nos arrebataron.

Y finalmente, cuando en estos días se hacen homenajes en vida a Coco con justo reconocimiento a su trayectoria valerosa y patriota, debo recordar a Coco en su libro que nos remonta a los años 70 cuando el periodismo era otro cantar, el libro se llamaba así: “El Delito de ser periodista”, que entró clandestinamente a Bolivia con viajeros de confianza y chasquis ad hoc. Se tituló así por un careo, el 30 de enero de 1974, en Tolata, tras la Masacre del Valle. Coco Manto hacía esta pregunta como si fuera Periodista: —¿Por qué no podemos ir a la zona del conflicto, es delito? Y el Mayor Cordero responde: —Sí, ahora es delito ser periodista.

*Luis Camilo Romero, es comunicador boliviano para América Latina y el Caribe

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