A lo largo de los años, la labor periodística ha seguido de cerca crímenes de guerra, niñas y niños asesinados por armas llamadas inteligentes, bombardeos masivos sobre población civil indefensa, detenciones arbitrarias, víctimas de torturas con secuelas de por vida, hospitales llenos de personas heridas con doctores realizando operaciones quirúrgicas en el suelo de los pasillos, madres buscando a sus hijos en las morgues y en los escombros de edificios tiroteados.
Los relatos de los medios y sus periodistas magnifican los hechos tanto así, que podamos oler hasta la propia sangre de los mismos hechos. No nos fijamos solo en cómo un medio de comunicación cuenta algo, sino también en aquello que no cuenta.
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