Amanecer lleno de esperanzas y desafíos (*)
Lunes 09 de noviembre de 2020. Bolivia amanece estrenando un nuevo gobierno, bajo la presidencia de Luis Arce Catacora y la vicepresidencia de David Choquehuanca, “un solo corazón”, como repetía la consigna electoral acerca del binomio. En la víspera, se ha vivido un día de fiesta, sobre todo en la sede de gobierno. Multicolores ponchos y polleras, tipoy y pantalones, sombreros y ll´uchus, provenientes de todas las latitudes de la patria, se han congregado en la Plaza Murillo, para bailar, tocar quenas y tambores, abrazarse, festejar… Allá en la cuna del fascismo, en Santa Cruz de la Sierra, el bravo pueblo también ha festejado en sus reductos históricos, como el Plan 3000 y Ciudad Satélite; por toda la ciudad, los petardos han expresado la felicidad de los atemorizados. Entre tanto, los pititas violentos han visto reducidos sus puntos de bloqueo a un puñado de lugares donde los vecinos les han hecho saber su repulsa. Queda atrás la dictadura made in USA y se inaugura una nueva época, signada por la esperanza de retomar el camino del Vivir Bien y el desafío de no cometer los errores del pasado, sintetizados en las continuas concesiones a la derecha, con la ingenua ilusión de neutralizarla y “ganarla para el proceso”.
La presencia en los actos protocolares de representantes de países amigos, la ausencia de los invitados de la dictadura, como Juan Guaidó y otros sabuesos del imperio; la huida precipitada de la autoproclamada Jeaninne Añez a su natal Trinidad; la presencia de líderes opositores de la derecha democrática; todo ello simboliza el entierro de una época vergonzosa que debe servir de lección a los intentos imperiales por quebrar la voluntad del pueblo boliviano: podrán lograrlo por un breve tiempo, pero la historia sigue su curso y viste a Bolivia con un ropaje azul…
El hermano David ha dado una lección de gigante en su discurso: ha replanteado la mirada hacia el futuro, un futuro que no es el desarrollismo puro al que aspiran las élites; es un futuro que se encuentra en el pasado y se concreta en el presente, haciendo que la linealidad fatal del tiempo se asuma desde otros ancestrales mirares. Luis, el compañero Presidente, no ha vacilado en sintetizar la verdadera cara de la dictadura, apenas instrumento imperial de dominación, para sentar las líneas maestras de lo que será la ardua tarea de reconstrucción. Los pututus, el minuto de silencio, los rostros emocionados de los indígenas, campesinos y originarios que han hecho suya la histórica plaza, son los eslabones que entrelazan el compromiso de los flamantes mandatarios con la voluntad de cambio del pueblo organizado.
Los mercenarios de la dictadura, entre tanto, se han puesto a buen recaudo. Saben bien que, no por espíritu de revancha, sino de elemental reparación a las víctimas, es necesario poner en el banquillo de los acusados a los delincuentes que son autores de masacres, robo del erario nacional, negociados infames, abusos sin nombre, uso de la justicia para perseguir, encarcelar, torturar y atemorizar a los dirigentes de los movimientos sociales que mantuvieron en alto los pendones de la rebelión revolucionaria. ¡Ni olvido ni perdón!, es el clamor popular.
El desafío más importante es enfrentar la crisis generalizada que se hereda de la dictadura: finanzas quebradas, ataduras leoninas con el FMI, instituciones al borde del colapso por el latrocinio descarado; con un sistema de salud por los suelos, sin capacidad de enfrentar con éxito la pandemia y otras secuelas de la pobreza en materia de salud; una educación fracturada por la intempestiva y abusiva clausura del año escolar; justicia arrodillada al servicio de la dictadura; recomposición de las Fuerzas Armadas y la Policía, cuyos altos mandos se vendieron por treinta monedas de plata para consumar la traición al pueblo y a la democracia; recuperación de la soberanía patria en materia de relaciones internacionales; entre otras, son las tareas urgentes que deben basarse en un programa verazmente popular y revolucionario.
Sobra el ánimo y el coraje. Hay que añadirle el apertrechamiento ideológico y programático. Los achachilas y dioses andinos auguran un nuevo Pachacuti.
¡Jallalla Bolivia!
(*) Especial para Radio Riachuelo de Argentina