¿División o Convulsión?

Los medios de comunicación corporativos como no tienen en qué entretenerse barajan por todo lado, desde sus afanes especulativos, que los conflictos en el partido de gobierno cada día son evidentes. Unos, enuncian desde sus portadas la existencia de división, fracturas serias y, otros, que evidentemente ya existen dos polos: los “evistas” y los no “evistas”, como el pasquín Pagina Siete que se esfuerza en convencernos que incluso la fractura del MAS tocó a la Asamblea Legislativa.

Y por otro, algunos analistas nos hablan de los llamados “evistas”, urden que son ellos quienes fueron los principales perseguidos políticos del golpismo y, por lo tanto, en sus discursos hay un mensaje subyacente: la restitución de sus privilegios, para eso exigen que Evo Morales tiene que continuar como líder.

Pero también los “no evistas” apuntan a los “evistas” como los culpables de los errores políticos y que el mantener la idea de la reelección presidencial de Morales, quizás es su mayor defecto, lo que está produciendo las divisiones y que generaron las condiciones propicias para el desemboque golpista.

Estas disputas internas —inclusive por espacios de poder— revelan que en el MAS no hubo una reflexión profunda sobre las propias equivocaciones políticas internas que, en noviembre de 2019, llevaron al quiebre constitucional.

Hoy sucede lo mismo, sin percatarse, tanto “evistas” y los “no evistas” no perciben que hay temas centrales (profundización del Estado Plurinacional, preocupación del Pacto de Unidad, por ejemplo) para que las fisuras internas no afecten al bien mayor.

Analistas coincidieron en que las divisiones y pugnas en el MAS también se hacen evidentes en la ALP. Sin embargo, indicaron que la “supuesta división sólo está en el discurso de la oposición y algunos medios de comunicación”. El politólogo Ludwin Valverde detalló que las pugnas al interior del oficialismo se evidencian también en el Parlamento. Explicó que el exgobernante no cuenta con el respaldo total de los asambleístas, puesto que algunos responden a la línea del vicepresidente.

Al otro lado de la vereda, la cosa esta peor y más convulsionada, por ejemplo aquella solicitud de la expresidenta de facto Jeanine Áñez a sus exsocios políticos, de instruir a sus respectivas bancadas en la Asamblea Legislativa Plurinacional hacer posible la aprobación de los juicios de responsabilidades que el Tribunal Supremo de Justicia ha solicitado en su contra, está demostrando que la búsqueda de justicia no está entre las prioridades de los jefes de la oposición.

Fue evidente desde el momento en que Áñez fue aprehendida que los excandidatos Carlos Mesa y Luis Fernando Camacho no tenían entre sus prioridades ni la defensa de la exsenadora convertida en Presidenta por su designio ni mucho menos la búsqueda de justicia y resarcimiento para las víctimas de las masacres de Sacaba y Senkata o para quienes fueron objeto de persecución política durante ese gobierno.

Para Carlos Mesa y su jefe de bancada en Diputados, el requisito ineludible para dar paso a cualquier iniciativa es la reforma de la justicia, tarea que previsiblemente necesitará de un buen tiempo para ejecutarse, además de voluntad política de todos los agentes involucrados en la gestión del Órgano Legislativo, es decir oficialismo y oposición.

Por el lado cruceño, desde que aparecieran las serias denuncias de ítems fantasma y otros casos de corrupción, los grandes líderes del Comité Cívico Pro Santa Cruz, Rubén Costas y Luis Fernando Camacho, que ambos se respaldaban para afectar al gobierno de Morales y Arce, ahora se dicen de todo y ya no saben qué más decir tras denuncias a Costas por desvío de fondos de la Gobernación para financiar la campaña de Roly Aguilera por la Alcaldía.

Costas dejó entrever que este escenario se daría por una supuesta intención de querer dividir la institucionalidad cruceña. Señaló que la vez que tuvo un acercamiento con Luis Fernando Camacho fue cuando Demócratas dio un paso al costado en las elecciones departamentales y por ello hubo una transición limpia.

Costas dijo que si tiene que ir a la cárcel, irá con la frente en alto, con la conciencia limpia de saber que ha cumplido con el pueblo. A todo ello, Luis Fernando Camacho le respondió diciendo que es “el colmo de la sinvergüenzura” y recordó que el proceso se debe a un supuesto acto de corrupción en el que habrían utilizado 700 mil Bs de la Gobernación para la campaña política de Roly Aguilera.

Ahora, Camacho está empeñado en avanzar más allá. Se quitó del camino a Demócratas y va por enterrar políticamente a Costas y también la gestión regional precedente. Calificó a su gestión de corrupta, dijo que entregó la autonomía y a los autonomistas. “Nos vendieron por más de una década”, vociferó el jefe de Creemos.

En esa situación, el liderazgo regional hace aguas y el poder político de Camacho se hace endeble. Se está destruyendo y está destruyendo la credibilidad política de una región, que alguna vez estuvo a punto de irradiarse al país. Podemos afirmar que un rey chiquito como Camacho, está minando a Santa Cruz. Es el poder de la destrucción, para bien.

Tal parece que la convulsión en la oposición es más fuerte que la división que afirman por ahí, por los hechos de corrupción que se encaran en los bandos que otrora se amaban para afirmarse el poder.

Mientras unos y otros traten de marearnos la perdiz, alejarlos de los temas más importantes de la coyuntura política, es hora que el pueblo se fije en esos actores que más allá de traicionar a los intereses de las grandes mayorías ya no serán, eso sí está claro, actores en los que nos fijaremos cuando se trate de elegir a futuros gobernantes.

*Luis Camilo Romero, es comunicador boliviano para América Latina y el Caribe.

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