Poner límites al debate para salvaguardar la unidad del partido

Stalin decía: “el partido no es solo una asociación de personas de ideas afines; también es una asociación de personas que actúan de manera similar, es una asociación militante de personas que obran de forma semejante y que luchan sobre una base ideológica común (programa, táctica). Hay dos posibilidades: que el partido degenere en una secta, en una escuela filosófica, porque solo en organizaciones tan estrechas es posible una total afinidad; o que se convierta en una sociedad de permanente debate y discusión, hasta llegar al punto en que se formen facciones y el partido se escinda. Nuestro partido no puede aceptar ninguna de estas posibilidades, por eso creo que se necesita la discusión de los problemas, pero hay que ponerle límites para salvaguardar al partido, para salvaguardar esta unidad de lucha del proletariado y no de generar en una sociedad de debate”.

Esas breves líneas discursivas de Stalin denotan claramente la visión de estar constantemente cuestionando la función del partido, lo cual es aplicable a estar constantemente cuestionando la función de gobierno, lo que tiende a afectar de manera directa al partido. Aunque algunos miembros del directorio nacional del Movimiento Al Socialismo (MAS) afirmen que no se está en el Gobierno, todo el mundo sabe que se votó por el MAS para el retorno a la democracia en 2020, y esto es ratificado en la voluntad política de mantener la unidad con los discursos del presidente Luis Arce.

El debate y la autocrítica son necesarias dentro del Gobierno y dentro del partido. Me parece algo que debería analizarse desde visiones paralelas con las funciones y roles que cumple cada uno. Pero ese desmedido análisis y mediatización de las observaciones de uno hacia el otro solo genera desgaste global, empezando a resaltar lo malo, cuando tienes mil cosas buenas y en coyunturas completamente diferentes a las de 2005.

El objetivo de los bloques reaccionarios es la división del MAS, en este sentido, creo que el rol prioritario del MAS es colocar límites al debate en temas tan sensibles como el narcotráfico, corrupción, ya que hablar muy ligeramente de ello puede no solo afectar al Gobierno, sino al mismo partido en sí.

Al Gobierno, por su parte, le toca salir a explicar, justificar, determinadas situaciones que terminan siendo la portada de periódicos de circulación nacional por acusaciones de miembros de su propio partido, bajo la consigna de “fiscalización”, opacando los grandes logros en diversas áreas, como son el descubrimiento de nuevos pozos petrolíferos, políticas para los menores de edad, para la mujer, temas ambientales, inflación más baja de la Región, etcétera.

Como en todo lo que tiene una acción existe una reacción, existen límites de determinadas acciones que dejan de tener esa visión global de proyecto político y pasan a ser temas personales. Es cuando vemos ataques de ida y vuelta, como lo hemos visto en las penosas participaciones en conferencias de prensa de Rolando Cuéllar contra Héctor Arce y viceversa. No colocando mal el uno contra el otro, sino dejando mal al Gobierno y por consecuencia al MAS, ya que la imagen es: “entre masistas se están sacando los trapitos al sol”

El rol del Gobierno es hacer gestión, lo cual está llevando adelante en una coyuntura internacional y nacional muy compleja. La misión del partido era la de formar cuadros y coordinar de manera directa, y debatir de forma interna los problemas con el Gobierno para generar estabilidad social dentro de coyunturas delicadas.

Hay errores en ambos lados, efectivamente, y es un deber debatirlo internamente. Pero cuando sobrepasa el límite del debate y excede la mediatización, debe actuarse como lo señalaba Stalin: “ponerle límites para salvaguardar al partido, para salvaguardar esta unidad de lucha del proletariado”, claro que, en este caso, diría: salvaguardar la lucha del pueblo boliviano. Y eso está en manos de la máxima dirigencia del partido más grande Bolivia.

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