Pasion y muerte del Pueblo

Recuerdo que de la mano de mi abuela era obligado a presenciar la procesión de viernes santo, los tremendos cuerpos de María, José y su hijo muerto echado en un sepulcro, se quedaron para siempre en mi depósito de imágenes, yo en mis ocho o diez años los veía enormes (mirada en contrapicado, diría un camarógrafo) y ese peso simbólico también estaba asociado a la toda la semana santa, narrada por mi abuela para evangelizarme.

Hoy a mucha distancia de esa vivencia, puedo ensayar otra lectura de la semana santa, que es una semana que resume la historia universal, porque en ella existen las pasiones y emociones que mueven a la humanidad desde todos los tiempos.

El poder terrenal expresado en el representante del Imperio Romano, para no comprometer ni tomar partido en las disputas internas del pueblo judío, decide “lavarse las manos” como hace hoy el imperialismo de Estados Unidos y de Europa, que violan los derechos humanos en todo el mundo y luego, en las sinagogas de su dominio, léase Naciones Unidas, OTAN y OEA, se “lavan las manos”.

Otro episodio de esta semana trágica es la traición, ligada a la corrupción, las monedas de plata que recibe Judas, son los dólares que circulan en el mundo para corromper conciencias y comprar lealtades, así pasó en Bolivia en diciembre del año 2019.

Jesús, cuya gloriosa entrada aplaudida por el pueblo, el domingo de ramos; será traicionado, juzgado y castigado con procedimientos dignos de una dictadura del siglo XX y XXI; según Martos Nuñez, Jesús fue castigado, sin que exista una “1. Acusación fundada, formulada por magistrado. 2. Falta de citación. 3. Arresto Ilegal. 4. Ausencia de prueba” . Miles de dirigentes políticos y sindicales sufrieron igual tratamiento durante la “operación Cóndor” en el cono sur de América Latina; compartieron la misma suerte de Jesús, y hoy los que se hacen llamar sus representantes defienden a estas dictaduras.

El tormento (tortura) que padeció Jesús, es parte del disciplinamiento utilizado hoy para aniquilar a los defensores de las libertades democráticas, y a los revolucionarios, pero como en aquellos tiempos los sacerdotes se ocupan de justificar esos tratamientos, desde las homilías dominicales que son una apología de los golpes de estado y sus procedimientos.

Por supuesto que el rostro lloroso de la madre de Jesús, que forma parte de las procesiones (mi abuela decía que iba primera en la procesión porque buscaba al hijo perdido) es el mismo rostro de las madres y esposas que lloran a sus muertos en Sacaba y Senkata, llantos que no conmovieron a los sumos sacerdotes del poder, que en un salón universitario cometieron el peor ultraje al pueblo boliviano.

Y… el sábado de gloria tiene su par en el triunfo popular del mes de agosto del año 2020, derrotando a los fariseos, que hoy continúan con su versión de los hechos, santificando a los incitadores de flagelar al cuerpo de los pueblos originarios, como lo hizo Pilatos a pedido de los sacerdotes Judíos.

¿Cómo explicar que el mismo pueblo que recibió con alborozo a Jesús el domingo de ramos, vociferará: ¡crucificadle, crucificadle! en una contradicción repetida en nuestro país en diciembre de 2019? La respuesta la encontraremos en los discursos supuestamente legales y religiosos en ambos casos. Trabajaron en el miedo que tenían respecto a los cambios que anunciaba Jesús, y en Bolivia por los cambios que ya se estaban realizando.

La semana santa ciertamente es un momento para la reflexión para ese reencuentro con los hombres justos, con las mujeres dignas que salieron a defender sus polleras, a defender su dignidad, defender a sus hijos y llorar por ellos.

*Camilo Katari, es escritor e historiador potosino

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