De malinches y felipillos

La Malinche en México y el Felipillo en el Perú, han pasado a la historia como los personajes originarios que se entregaron a la voluntad y órdenes de sus conquistadores. Ambos, en sus respectivos contextos, asumieron actitudes y acciones que fueron en contra de sus propios pueblos, favoreciendo al invasor español. Por eso, cada uno de estos nombres se usa hoy en día como sinónimo de traición.

Nuestros pueblos originarios en Bolivia han dado ejemplo de heroísmo, consecuencia y lucha contra la dominación; desde los legendarios Tupac Katari y Bartolina Sisa, hasta el valiente Zárate Villka, pasando por los héroes del oriente como Apiaguaiki Tüpa, por citar sólo a emblemáticos orgullos nacionales, cuya presencia marcó siempre huella en la historia nacional. Sin embargo, durante décadas, desde la fundación de la vieja república, esa presencia y acción estuvo siempre “ninguneada” por los historiadores oficiales, afectos a rendir culto a los oropeles de “buena familia” antes que reconocer el papel fundamental de los muy nuestros. Eso explica también el actual odio clasista a Evo Morales y a todo lo que huele a indígena, a originario.

Esos sentimientos malsanos dan pie a toda forma de desprecio para inculcar en nuestras mentes y corazones, la imagen de inferioridad del indio respecto a los que muy blanquitos se creen. Y no faltan, en ese empeño, personajes de origen aymara, quechua y/o de otros pueblos y etnias de nuestra pluricultural y multinacional Bolivia, que son serviles a estos propósitos neocoloniales.

Por ello, no extraña que, en las feraces tierras orientales, cuando todavía festejan los empresarios del agro el decreto de la dictadura de Jeaninne Añez, Carlos Mesa y Fernando Camacho que autoriza la importación y uso de transgénicos, los felipillos de turno sirvan de imbéciles útiles a tan innoble causa. En conferencia de prensa, realizada además en una sede de la Confederación de Pueblos Indígenas del Oriente, Chaco y Amazonia de Bolivia (CIDOB), los agroempresarios nucleados en torno a la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO) han anunciado –con felipillos de telón de fondo– la decisión de “potenciar” la producción agrícola del país. El documento destaca de manera conmovedora la voluntad de ambas partes, señalando que impulsarán, nada más ni nada menos que “la innovación amigable con el medio ambiente y la colaboración para la protección de los bosques”. Por su parte, el “representante” indígena, con absoluto cinismo, ha señalado, en nombre de nuestros pueblos originarios (¿?) que “buscaremos producir dentro de los territorios indígenas respetando la propia autonomía de los pueblos, los saberes y conocimientos en la producción de nuestros pueblos”. ¡Ahora los transgénicos forman parte de los saberes ancestrales!

Gregorio Quetty, tal el nombre del “dirigente” indígena, se suma a la vergonzosa lista de los Víctor Hugo Cárdenas –“uno de los educadores más brillantes que ha tenido Bolivia”, según la presidenta autoproclamada–; Rafael Quispe, desechado cual preservativo usado luego de su efímero paso por el Fondo Indígena; Tomasa Tarhui, eterna acompañante de fórmula del también eterno perdedor Tuto Quiroga; por citar sólo algunos casos que causan náuseas.

Frente a ellos, se alzan por miles los anónimos representantes de sus pueblos, engrosando los piquetes de bloqueo y resistencia a la dictadura, pidiendo entre otros, el respeto a su derecho de elegir libremente a sus autoridades. La dictadura, que pretende la perpetuación para seguir cometiendo sus crímenes y actos delincuenciales con toda impunidad, encuentra en los hijos ancestrales de estas tierras, el no rotundo a la entrega de la patria. ¡Elecciones ya!

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