IMILLA P’ASPOSA”

“Esta imilla p’asposa quiere ser presidente”, reza uno de los miles mensajes racistas, que circulan en las redes sociales. La destinataria de esta frase es, nada menos, que la presidenta del Congreso nacional, que al parecer queda disminuida con el nombre de Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP). Estamos hablando del único poder legítimo y legal de nuestro Estado y por supuesto el más democrático.

La frase “imilla p’asposa” es la expresión de los genes racistas, que un estrato de la población boliviana conserva como un atributo de su complejo de superioridad.

Hoy la práctica del racismo se ha naturalizado, el gobierno de facto se olvidó de la ley que castiga las prácticas racistas – seguramente por su propia naturaleza- que impulsaron la quema de la wiphala en los días de su violenta investidura.

Estamos desprotegidos si no se cumple con la Constitución Política del Estado. ¿Cómo podemos esperar que se cumpla la Ley 045? Hemos vuelto en términos de sociedad al tiempo de Francisco de Ávila, primer cura que se encargó de la “extirpación de idolatrías” en 1608.

La reciente detención de un juez aparentemente sin ningún tipo de orden jurisdiccional, nos dice que vivimos en un país sin ley, la oración ha reemplazado las leyes y la biblia a la CPE.

Retomemos el tema racista. Un 24 de mayo de 2008, el mundo quedó sorprendido con la práctica inhumana y violenta de un acto racista en plena plaza principal de Sucre, capital histórica de Bolivia y antigua sede de la colonial Audiencia de Charcas, este tormento a la usanza de los castigos coloniales, fue un acto solamente comparable a los días de furia, antijudía, en la Alemania nazi. El nuevo siglo XXI mantenía los enconos propios de una humanidad acomplejada.

Los “inocentes” dibujos de ABECOR, ilustrador de un diario de circulación nacional, se ocuparon de acentuar el racismo, a través de la figura del presidente, como justificativo de su mensaje “crítico”.

Sería muy largo enumerar las manifestaciones racistas que forman parte de la gestión del gobierno y de sus replicadores a nivel de la sociedad. Nos bastará sintetizar con la afirmación de “salvajes” para designar a los habitantes aymaras y quechuas de la ciudad de El Alto, adjetivo que después fue generalizado como sinónimo de los pueblos originarios.

Vivimos en una sociedad racista, y en el campo político esta es una de las contradicciones principales que debemos resolver, tal vez por eso no simpatizamos con las primeras declaraciones de la presidenta del senado ni con las medidas que fue implementando, pero a la luz del análisis sereno debemos resaltar la valentía que ha demostrado en su confrontación con el gobierno de facto. Es posible que muchos militantes del MAS califiquen de traidora a la senadora Copa, para nosotros es sencillamente la demostración de los límites que el propio MAS impuso a la formación de lo que se llaman los cuadros políticos.

No cabe duda que es tarea de todos y todas, que creemos en la democracia como el sinónimo de libertad, apoyar la gestión de la senadora Copa y ver en ella la representación de todos los vilipendiados de la historia por su identidad cultural.

La mentalidad racista-colonial, no puede soportar que una joven aymara, se enfrente al poder y el mal gobierno de una minoría que nunca tuvo ni el 10% de apoyo de la población boliviana.

*Camilo Katari, es escritor e historiador potosino

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