Apostar a los cambios, no a la división

Hemos recordado la cruel y despiadada muerte de Julián Apaza, Túpac Katari, cuando Francisco Tadeo Diez de Medina, comisionado para el efecto, condenó al caudillo a ser descuartizado en la plaza del pueblo de Peñas, rodeado de los representantes del poder colonial, en 1781.

Este hecho más allá de un claro simbolismo que nos retrotrae aquella frase que removió los cimientos del pueblo aymara: “Volveré y seré millones”, y que nos anuncia un nuevo tiempo tras los resultados del 18 de octubre, tiene alto contenido emancipador de los pueblos y convocatoria a la unidad.

En esta oportunidad se vuelve a dar un cruce simbólico en este 15 de noviembre, porque también recordamos un año de los luctuosos hechos en Huayllani, Sacaba y Senkata, cuando el fascismo brutal recorrió avenidas derramando sangre inocente de jóvenes campesinos quechuas y aymaras.

La unidad como base y fundamento de la lucha estuvo presente a lo largo de este tiempo por parte de las organizaciones que resistieron el golpe fascista, lección aprendida para situaciones en que la desesperación de la lucha por el poder vuelva a hacer carne en sectores de la derecha boliviana.

Pero la unidad también debe ser también un factor necesario a la hora de aceptar cambios de los nombramientos de las autoridades, ya sean ministros, viceministerios u otros cargos. Los representantes del Pacto de Unidad tras la posesión del gabinete exigieron sus cuotas de poder en las instituciones públicas, y las organizaciones sociales enviaron “listas” de personas que deben trabajar en el Ejecutivo, todo esto en medio de denuncias de prebendas.

Vimos peticiones que llegaron desde El Alto, solicitando al menos cinco ministerios; la Central Obrera Boliviana aspiraba a dirigir cuatro, y las Bartolinas pidiendo un Ministerio. Surgió un sector de las bases del MAS-El Alto, dirigentes de la Confederación Indígena del Oriente Boliviano y la Coordinadora de Pueblos Étnicos del Oriente exigiendo que se dé paso a la nueva generación de militantes en el gabinete de Ministros.

Pero estas pugnas se replicaron en varios departamentos como Chuquisaca, que salieron listas de organizaciones para enviar a los mejores profesionales y dirigentes. En Potosí, un dirigente del MAS, dijo que exigirán al presidente electo que designe a potosinos en el Ministerio de Minería y también en viceministros. Señaló que las organizaciones del Norte de Potosí pidieron cargos en el Ministerio de Educación.

Por otra parte, las guerras internas han mostrado que los sectores jóvenes demandan la renovación y objetan el retorno de la vieja guardia, es decir, los exministros de Morales a cargos jerárquicos en la administración pública.

Habrá que recordar que en tiempos de campaña electoral, el binomio había marcado muy bien respecto de la incorporación de jóvenes profesionales al nuevo gabinete, “… queremos un MAS versión 2.0”, había enfatizado Luis Arce en varios medios para remarcar que se venía una renovación.

En consecuencia, existe pues una visión de la burocracia del Estado como agencia de empleos o como juego de toma de posiciones simbólicas, pero no como servicio al país. De nada parece haber servido la campaña lanzada hace más de una década por una autoridad del viceministerio de Transparencia para recordar a quienes trabajan para el gobierno o cualquier otra área del Estado que son servidores públicos y no “empleados”.

Este factor no se entiende en algunos funcionarios que vienen de larga data y que con cierta influencia –hasta de gobiernos neoliberales- llegaron a ocupar cargos y, cuando son cambiados sacan a relucir su pasado de ser los “únicos y perfectos irremplazables”, son pues éstas “vacas sagradas” que quieren perpetuarse en cargos y por ello recurren hasta sus ‘medios’ para seguir influenciando y desde ahí victimizarse.

Habremos de ser enfáticos que los nombres para cargos superiores son lo menos importantes en los gabinetes, lo importante es el proyecto de gobierno, el proyecto de transformación que poco a poco se empieza a dar a conocer a tiempo que se estructura un gabinete con características diferentes al tiempo de Evo Morales.

Al margen de que lo que aquí comentamos lo cierto es que el país necesita una sociedad (y sobre todo su clase política) con valores renovados y con miradas proyectivas, precisamente para evitar caer en los mismos errores que produjeron la ruptura constitucional de hace un año.

El Vicepresidente, David Choquehuanca, ha señalado el camino en su discurso inaugural, elementos que son la base para construir una nueva visión de Estado y sociedad, ahora toca ver quién está dispuesto a recorrerlo.

*Luis Camilo Romero, es comunicador boliviano para América Latina y el Caribe

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